El jueves pasado mantuve una
conversación agradable con él. Hecho sin importancia, sin
duda alguna, de no ser porque llevábamos muchos años sin
decirnos ni pío. Muchos años donde hemos estado sin
saludarnos. Mirándonos como si realmente fuéramos enemigos
encarnizados.
Y si coincidíamos en una reunión formada de modo casual,
preferíamos ponernos en evidencia antes de dar nuestro brazo
a torcer. Un absurdo. Pero causante de malestar entre las
demás personas. Una actitud troglodita. Máxime cuando las
causas de esas diferencias, de haber querido ambos, se
hubiesen aclarado en un santiamén.
Bien es cierto que, al margen de nuestro enfado tan largo
como cerril, muchas de sus opiniones como diputado nunca han
dejado de encontrar respuestas tan rápidas como acres por mi
parte. Porque Francisco Antonio González suele
atizarles de lo lindo, por ejemplo, a los delegados del
Gobierno del partido socialista.
Sin pararse a pensar que en ocasiones esas críticas acerbas
perjudican las buenas relaciones de los delegados con el
Presidente de la Ciudad. Y, naturalmente, ponen en peligro
las relaciones con las Administraciones del Estado. Que se
basan, sobre todo, en la disposición que adopten los hombres
que parten el bacalao en la plaza de los Reyes.
Pero bueno... a lo que iba: Que el diputado por Ceuta llegó
al Tryp, acompañando a los periodistas del diario As, que
venían a hacer ‘El encuentro con los Ases’ -programa de
fútbol- y no tuvo el menor inconveniente en acercarse adonde
yo estaba (hablando con Luis Parrilla: buen
conversador y mejor persona, como suele decirse en estos
casos) para tenderme la mano.
Un gesto que le honra y al que, deprisa y corriendo,
respondí con sumo gusto. Y a partir de ahí, aprovechando que
los periodistas estaban dejando los bártulos en sus
habitaciones, nos pusimos a pegar la hebra con ánimo de
desquitarnos de todo ese tiempo que nos habíamos pasado sin
decirnos ni mu.
Francisco Antonio González es portavoz de Deportes del Grupo
Parlamentario. Y a estas alturas no creo que haya que
recordar que es del grupo perteneciente al PP. Y me estuvo
contando cuestiones relacionadas con su misión. Y de ahí
pasamos a charlar del deporte en general y de mi etapa como
profesional del deporte rey. Con anécdotas incluidas.
Y así nos fuimos animando hasta el punto de que nos
olvidamos ambos de cuanto nos rodeaba. Así que los
periodistas del diario As, que ya habían bajado de sus
habitaciones, comenzaron a dar muestras de impaciencia
porque el diputado parecía haberse olvidado de que le
esperaban a él. Por más que dos o tres veces le indiqué que
conmigo ya había cumplido con creces.
Pero antes de marcharse para seguir haciendo de cicerone con
los expedicionarios madrileños, y dado que el diputado me
había confesado su deseo irresistible de hacer siempre una
oposición fuerte contra los socialistas, por su firme
creencia en una derecha conservadora, le dije lo siguiente:
Mira, Pacoantonio: Cuando empiece a caérsete el pelo y a
fastidiarte la úlcera de duodeno, verás como te vas pasando
sin querer a la derecha moderada. Lo cual es axioma. Y allá
que nos dio a los dos la risa.
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