Se respira otro ambiente, muy
distinto, durante estos días, en los institutos, cuando los
mayores, de entre los alumnos, están realizando los últimos
exámenes, para luego después, los que aprueben, intentar
pasar la selectividad.
Son, para estos alumnos, los primeros momentos de su vida en
los que empiezan a jugarse algo en serio. Hasta ahora, casi
todo venía rodado, y con los planes de estudios en los que
se va pasando, cada vez, con más facilidad, todo lo anterior
ha sido “coser y cantar”, o algo por el estilo.
Ahora ya, por algo se van haciendo mayores, algunos incluso
han llegado a la mayoría de edad, han encontrado el primer
peldaño serio que hay que pasarlo con claridad o quedarse
atrás.
Por eso el “miedo”, la preocupación (ahora, que no hace dos
meses), y los atracones de estudios, con la intención de
poder saltar desde el instituto a centros de superior
categoría.
Luego, lo de la selectividad es otra cosa, y no precisamente
más complicada, porque el hecho de que en una prueba de ese
tipo pasen, regularmente, en torno al 90% es que o es
demasiado fácil, o que algo falla, de verdad, al menos si
hacemos comparaciones con lo que en su día fueron las
reválidas en los bachilleratos, que tanto han sido
denigradas y que formaron, de verdad, a muchas generaciones
de estudiantes.
Y uno, por muchos años que lleve en esto, yo estoy en el
curso número 40, no termina de acostumbrarse a que todo sea
la “carretera limpia”, para que luego, más arriba, empiecen
a aparecer los palos en las ruedas. Pero así están las cosas
y así van a seguir si es que no llega algún “iluminado” un
día y dice que hay que cambiar todo, no porque sea bueno o
malo, sino porque no le guste lo que hay.
Con todo, me preocupa cada mañana, cuando veo en mi
instituto que algunos de esos alumnos, que nos abandonarán
estos días y que tratan de llegar a la Universidad en
septiembre, llegan con las ojeras propias de esta época,
tras varias horas intentando recuperar lo aparcado y sin
haber dormido, a penas.
Cada época tiene sus modas y ahora, de verdad, no sé el
método que utilizarán algunos para lograr aguantar media
noche preparando el examen de Latín, Filosofía o Historia
del Arte.
No sé si ahora el café surte efecto. En mis años, ¡¡Qué
lejos queda aquello!!, más de uno y más de tres cafés nos
permitían poder estar una noche y otra más, en blanco, con
lo que si además entre examen y examen ibas un rato de
“romería”, se pasaban las últimas semanas del curso sin
saber lo que era dormir, de verdad. Luego, tras aquello,
venían las consecuencias, a cada uno las suyas.
Lo bueno, por decir algo, para los de segundo de
Bachillerato que terminan ahora, es que, también, en estos
días llegarán a casa con la orla en la que están todos los
compañeros del curso y los profesores, y eso, para más de un
padre, puede resultar como una cortina de humo, que tapa los
malos resultados, si es que los hay malos. Para otros, para
los que han pasado holgadamente, la orla trae la
preocupación de la madre por tratar de lograr el lugar más
adecuado donde colocarla.
Todo tiene su sitio, todo tiene su tiempo, y lo que sería
deseable, precisamente, en este mes, es que la biblioteca, o
las bibliotecas tuvieran un horario más amplio que el
simplemente comercial, y que no se cerrara a las ocho de la
tarde.
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