Hubo un día, de hace ya varios
años, en el cual tuve la oportunidad de verla como una mujer
que parecía destinada a conseguir logros políticos. Más de
los que hasta entonces se había ganado ya con su forma de
ser.
Fue un 30 de julio de 2003. En Las Colombinas: Fiestas
dedicadas a Ceuta y en las que Mabel Deu surgió como
una diosa en las alturas discurseando antes de que la
explanada del recinto ferial se inundara con la luz de la
alegría de una Onuba que se volcó con todos los ceutíes que
acudieron a disfrutar de la invitación.
En esa noche repleta de farolillos de colores, con la brisa
marinera aliviando las calores de la estación, Pedro
Rodríguez, alcalde de la tierra, hablaba con entusiasmo
y aire ditirámbico de la mujer que había tenido que relevar
a Juan Vivas, porque a éste le urgía estar en Madrid.
La consejera de Educación y Cultura paseó su garabato por
todos los sitios. Iba vestida de dulce y no cesó de
encandilar allí donde le tocaba estar como invitada de honor
a unas fiestas incomparables y en medio de un ambiente
colosal. Se sentía pletórica. Y a veces, ante tanto
protagonismo, el rubor le encendía las mejillas.
Los ceutíes, residentes en Huelva, quedaron sorprendidos de
aquella mujer que se metía por los ojos sin apenas
trastornar las mientes. Y hubo momentos que fue jaleada por
unos y por otros al grito de guapa. Y ella miraba hacia el
infinito buscando la mejor manera de disimular su
azaramiento.
A partir de ese momento pensé que la señora Deu estaba
destinada a ser más que consejera de Educación y Cultura,
que no es poco. Sólo le faltaba tener más tablas en la
escena política. Porque estaba sobrada de formación y de
educación natural y adquirida. Y, desde luego, su
azaramiento en Huelva nada más que se debía a la emoción.
Pues se le notaba, en las distancias cortas, que era mujer
de carácter fuerte y poco dada a cohibirse por nada y menos.
Pues bien, han ido pasando los años y mucho me temo que con
ellos han ido desapareciendo, sin prisas pero sin pausas,
gran parte de las ilusiones políticas de aquella mujer que
causó tan extraordinaria impresión en unas Fiestas
Colombinas dedicadas a Ceuta.
Como es cierto también que MD ha ido perdiendo alegría y
ganas de relacionarse con los demás. La Mabel que antes
paseaba la calle con rapidez ahora lo hace con
aceleramiento. Que son cosas bien distintas. Y de esas
prisas, siempre inadecuadas, surgen los nervios; antesala
del malhumor. Y el malhumor impide pensar bien. Y el pensar
mal es allanarle el camino a los adversarios y a los
enemigos. Los adversarios suelen estar en el bando
contrario. Y los enemigos en el propio partido. Pero hay
más: la gente recela de los políticos que pierden los
nervios en la calle. Que es lo peor que les puede ocurrir a
las personas públicas. Y ya sabes, estimada Mabel, de lo que
estoy hablando.
Sí, lo sé, cómo no lo iba a saber... Me consta que has
pasado por momentos difíciles. Y que la ausencia del
viceconsejero de Festejos te trae a mal traer. Y que no
encuentras las ayudas suficientes para sacar adelante una
consejería tan exigente. Pero tú, Mabel, tan acostumbrada a
sufrir reveses, no debes bajar los brazos. Ni desahogarte al
aire libre. Ni tampoco perder el estilo. Y sobre todo debes
ilusionarte nuevamente con tus cometidos. Cuanto antes.
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