Cuando este profesor de instituto viajó a la India,
descubrió que si existe un legado profundo de Oriente, ése
es la meditación. Algo que para esas gentes supone la
priedra angular de su devenir. Y se quedó fascinado.
Luis Carlos Rodríguez Leiva vive en Marruecos y cruza cada
mañana la frontera para impartir sus clases en el Siete
Colinas. En bicicleta también recorrió la India. En su
segundo viaje, hace una década, cuenta que la mayor
impresión fue visitar unas enormes cuevas horadadas en la
roca por la mano del hombre hacía 5.000 años y donde cientos
de celdas eran utilizadas ya entonces por los habitantes del
lugar como lugar de reflexión y soledad. “Allí, en medio de
la obscuridad en las entrañas de la tierra...ya pensaban que
la meditación era necesaria”, apunta. Y siguió buscando
entre las gentes el por qué de esa necesidad. La respuesta a
eso y a otras muchas cosas, la encontró junto a los
terapanth, una secta enmarcada en el jainismo. Se trata de
una religión no teísta que tiene en el pacifismo uno de sus
grandes pilares. De hecho, uno de los cinco votos que
componen el código de conducta del jainismo junto a la
veracidad, no robar, la castidad y el desapego a lo material
es la no violencia. Dicen que Gandhi basó su ideología en su
madre, jainista reconocida.
Para este profesor, los teranpath fueron sus maestros. Y a
ellos, les dedicó el trabajo de traducir un libro que quiso
regalarles y que recoge sus reflexiones y modos de
enfrentarse a la vida. Un libro que ayer presentó rodeado de
gente en la Biblioteca Pública de Ceuta y que quiso dejar
claro que “no se trata de una tesis doctoral sino de
enseñanzas transmitidas de forma oral por el jefe de la
secta”. Y Luis Carlos Rodríguez aclara: “Me enseñaron la
generosidad de ofrecerme su sabiduría, a que la austeridad
no quita para que el ser humano sea sereno, tranquilo y
feliz. Ellos lo son”.
Y este catedrático de inglés, comenzó a admirar al maestro
de los jainistas, Acharya Mahaprajna, entre cuyos ejes de
vida se encuentra esta frase: “El alma en mi Dios, la
renuncia en mi oración. La amistad es mi devoción. La
restricción personal es mi fuerza. La no violencia es mi
religión”.
El maestro le enseñó a hablar de sectas sin temor ya que
secta significa en este caso pertenecer a un grupo
determinado de los defensores de la no violencia y los
pilares del jaidismo. Y por su parte, Luis Carlos afianzó lo
que ya pensaba antes de conocerles: que el mundo occidental
“está loco”. Cree que somos como niños sin maestros y que es
necesario que en el caminar por la vida alguien siga
enseñándonos a afianzar bien nuestros pasos. Unos pasos
meditados y que nos ayuden a encontrar el equilibrio porque
para este experto en jainismo “cuando relajo mi cuerpo lo
mejor de mi florece”. Y aporta otra enseñanza personal:
“Llegar al equilibrio personal, la base del bienestar, llega
cuando el hombre consigue desprenderse del ego y alcanza la
dualidad.
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