Uno es más respetado por lo que
calla que por lo que cuenta. Sin duda. Lo que uno calla no
es que sea un arma decisiva para que la especie humana se
extinga. Pero tiene su importancia, en el caso que hoy me
ocupa, como conocimiento de la protección de la que han
venido gozando ciertas personas en esta ciudad por parte de
los gobernantes y de los medios en general. Mientras a
otras, por nada y menos, se las ha paseado en el carro de
las ignominias. Lo cual hace posible, cuando me da por
cavilar al respecto, que un ramalazo de ira me cambie el
carácter durante una fracción de segundos.
En esta ocasión no estaba cavilando sobre lo reseñado, sino
que estaba leyendo lo anunciado por el consejero de
Hacienda, Francisco Márquez, cuando el relámpago
iracundo me sacudió con la brevedad característica de este
fenómeno, nada más empaparme del último punto de la
información aportada por Márquez.
El consejero de Hacienda nos ha puesto al tanto de que a
partir de ahora, nunca es tarde si la dicha es buena, habrá
un nuevo reglamento de subvenciones. El cual obligará a
todas aquellas entidades subvencionadas a ponerse al
corriente de los deberes tributarios con todas las
Administraciones. Con el fin de que puedan seguir recibiendo
ayudas superior a 100.000 euros anuales. Muy bien.
El siguiente paso es que todas las entidades que ingresen
esos dineros, anualmente, deberán someterse también a una
auditoría exterior, tal y como tienen que hacerlo las
sociedades públicas. Lo cual me parece requetebién. Pues ya
era hora de que el haz de luz de la linterna fiscalizadora
se adentrara en las oscuridades de los libros de
contabilidad de esas asociaciones beneficiadas con ayudas
procedentes de la Casa Grande.
Hasta ese momento todo me parecía lo más natural del mundo.
Y llegué a pensar que lo ocurrido en el Consejo de la
Juventud de Ceuta había servido, al fin, para evitar que
nadie tuviera ni siquiera la tentación de meter la mano en
la caja de las ayudas aportadas por el Ayuntamiento.
Pero quedaba el párrafo final. El definitivo. Donde el
consejero de Hacienda, Francisco Márquez, nos ponía como
ejemplo las asociaciones –todas ellas sin ánimo de lucro.
Faltaría más- que habrán de cumplir con el requisito de
someterse a una auditoría externa. Como debe ser. Fueron
tres: FEAPS, Cruz Blanca y la Asociación Deportiva Ceuta. Y
es entonces cuando, como digo más arriba, me llené de cólera
momentánea.
Pero hombre de Dios. Ay, consejero de mi alma. Cómo es
posible que aún no se haya enterado usted de que la ADC fue
una adelantada en cuanto concierne a la auditoría que su
reglamento ordenará a partir de ahora. La hizo siendo su
presidente el editor de este medio. Los que no han hecho
auditorías son los presidentes que le siguieron. En fin, de
olvidadizos está el mundo lleno. Me dije.
Mas pronto me percaté de que había tenido usted otro
despiste monumental. Sí, consejero de Hacienda. Y si yerro,
por favor, espero que me corrija. Pues estoy siempre
dispuesto a rectificar. Al grano: que se le ha olvidado
decirnos que la Federación de Fútbol de Ceuta forma parte de
los organismos que han de someterse a las reglas del nuevo
reglamento de subvenciones municipales. Y créame que me
recorrió el cuerpo un rayo de rabia.
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