La rápida respuesta global del
Partido Popular a nivel nacional reaccionando contra una
torpeza cometida por uno de los suyos, y reconocida por él
mismo, ha sido concluyente y admisible. Es más, el senador
que escurrió en la Comisión de Defensa del Senado su
‘preocupación’ por el número de soldados de origen magrebí,
advertido de la barbaridad, rectificó públicamente y pidió
disculpas también públicas, con el añadido de que no tendría
inconveniente en que no aparecieran en el acta de la sesión,
semejante ‘desbarre’. La salida desde Génova para llamar a
la rectificación, así como la del Grupo Parlamentario
Popular en el Senado, añádanle la de los senadores ceutíes
y, por ende, la del propio PP en Ceuta, han sido lo
suficientemente notable en la defensa de lo que no debe
jamás expresarse con reservas, duda o temor: “los ceutíes de
origen magrebí son españoles”, que ha bastado para apaciguar
la indignación. Aún más, ya sería conveniente el hecho de no
insistir en esos latiguillos que determinan distinción entre
los ceutíes. Los ceutíes, ceutíes son, con independencia de
sus orígenes o de la religión que se profese, o de la que no
se profese. Sin embargo, sí que debemos insistir en lo que
realmente nos une, por encima de todo. Todos somos
españoles; tenemos los mismos derechos constitucionales que
nos protegen a los cuarenta millones de españoles repartidos
en toda la geografía nacional. Senador o no, esta barbaridad
puede estar al alcance de cualquiera que no actúe con el
rigor necesario en su cotidiana labor. Ha sido eso, falta de
rigor elevado al nivel de barbaridad por la que ha pedido
disculpas de inmediato. Lo positivo es la respuesta de su
propia formación política, y de las que han salido al paso
pidiendo las explicaciones oportunas y la rectificación
adecuada, en una buena dosis de reflejos políticos -también
necesarios-.
Pidió disculpas, disculpado quedó. El senador Pastor ha
aprendido la lección, seguro.
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