Es estupenda la variedad de
acepciones que ha recibido esta palabra de ignorado origen.
El Diccionario académico lo remite a la onomatopeya “tac”, y
a ello se inclina también Corominas, sugiriendo que expresa
el ruido del tarugo al ser golpeado.
Según el desaparecido escritor y director de la RAE.
Fernando Lázaro Carreter. “De entre varias acepciones, por
ejemplo, la de “martillo o mazo para golpear las bolas en
algunos juegos, que permitió también llamar así la vara
pulimentada del billar, la de “bodequillo” es sin duda la
que ha motivado el empleo de “taco” con la significación de
palabrota”. Esta es expelida por el malhablado cuando se le
disparan los humores como el pequeño burujo impulsado por el
proyectil. En la lengua delicuente del siglo XVII, servía
para nombrar el regüeldo. Y no poco de eructo tiene el ajo
oral.
Lo cierto es, que en la actualidad ha empezado a relucir
como característica de nuestro tiempo, la abundancia enorme
de “tacos” en la conversación. Se ve y se oye, a veces, en
radio y TV, programas de niños que apenas balbucean, y no
los prodigan menos en una jornada de remota…
En el “taco” se coagula un mensaje irreprimible que no
admite espera. La emoción que suele producirlo no concede
tiempo para formularla con mayor elaboración. Todos
experimentamos ese impulso, aunque sean mucho quines pueden
refrenarlo”…
Recientemente, el Tribunal Supremo de EE.UU, dictó una
sentencia histórica para el país en lo que a “tacos” y
medios se refiere. En una decisión muy reñida, con cinco
votos a favor y cuatro en contra, el organismo ha
determinado que la emisión por televisión de un solo “taco”
es motivo de sanción. Si la Comisión Federal de
Comunicaciones, decide que el “taco” afecta al desarrollo de
los niños que puedan estar viendo la pequeña pantalla, no
hay recurso que valga. La cadena deberá acatar la decisión y
pagar la multa que se le imponga.
En cierta cadena española, que emite un programa de gran
aceptación, que se emite de noche, fuera del horario de
protección de menores, y usa un lenguaje muy descarnado,
demuestra, como otras cadenas, que en estos medios españoles
los tacos están a la orden del día.
Para Ana Vigara, catedrática de Lengua Española en la
Facultad de Ciencias de la Información y experta en jóvenes
y lenguaje juvenil, “en algunas series se dicen una cantidad
de “tacos” que en día a día no te encuentras. Ello se
produce desde que aparecieron los “realities” en televisión,
que han vivido un “boom”. “Y también en las series que
prenden reflejar la supuesta forma de hablar en la calle…”
En nuestro país, no somos tan estrictos como en EE.UU. Para
empezar, en España, no existe una norma ni un organismo
independiente que sancione el “taco” en sí. La Ley de
Televisión sin Frontera (LEY 25/1994) no contempla
expresamente como infracción el lenguaje indecente e
insultante en programas de televisión, pero sí contiene un
capítulo específico dedicado a la protección de los menores.
El artículo 17 regula la protección de menores a la
programación, estableciendo un honorario protegido entre las
6:00 y las 22:00 en los que no podrán emitirse “programas,
escenas o mensajes de cualquier tipo que puedan perjudicar
el desarrollo físico, mental o moral de los menores.”
Pero, ¿qué pasa o ha pasado en el ámbito escolar? En la
actualidad, creo que las “relaciones” verbales entre alumno
y profesor, se desarrollen con normalidad, salvo algún hecho
puntual por parte del alumnado, que, en materia de “tacos”,
se pudiera producir en forma de insultos por lo “bajini” de
algún alumno, a veces, ligeramente perceptible por parte del
profesor.
Remontándonos a las escuelas del pasado, sí que se producían
“tacos” por parte de los maestros, a veces, con el
consiguiente reconocimiento de su error. En mis primeras
andanzas por el mundo de la enseñanza, en mi incorporación a
un centro escolar público, el compañero director, tenía
siempre que recordarnos, de forma paternal, las estrategias
que había que utilizar cuando el “taco” se utilizaba como
forma de normal expresión. Así, por ejemplo, si se tenía que
utiliza un “c…” lo mejor era utilizarlo como un “koipe”; si
tenía que utilizar un “j…”, como un “jolín” etc, y así el
“taco” quedaba más elegante.
En una de mis entrevistas a un alumno para publicar en uno
de mis libros, el mismo se expresaba así, recordando a su
maestro, que con frecuencia utilizaba palabrotas, al no
poder expresarse de otro modo. “El maestro tenía un largo
repertorio de “tacos”, que nunca llegaba a ofender, pero sí
que molestaba. Pero, lo más curioso del caso era que no
solamente soltaba “tacos”, sino que también los lanzaba
sobre nuestras cabezas (en clara alusión al borrador de la
pizarra, que ya no consistía en un mero trapo, ya que se
había dado un paso adelante, “tecnológicamente” hablando, al
introducir un trozo de fieltro unido a un taco de madera).
Fui testigo presencial de un hecho significativo en mi aula,
cuando un alumno de Magisterio en período de prácticas,
interrumpió la clase para indicarme que una alumna, situada
en la primera fila, observando su falta de atención, y
llamarle al orden, profirió un “taco” insultante que,
naturalmente, ella negó. El maestro improvisado decía que
sí, y ella que no. Pero la sorpresa se produjo cuando el
denunciante argumentó que él tenía un familiar muy próximo
que era sordomudo, y en el movimiento de los labios de la
alumna, advirtió el mensaje que le envió: “Me c.. en tu…
madre”. Insistió con mucha seguridad el ofendido y la chica,
en presencia de la Directora del centro, terminó confesando
y pidiendo perdón”.
Por todo lo anteriormente expuesto, vemos con enorme alarma,
la generalización del “taco” como hábito, como forma de
expresión, vaciado muchas veces de emotividad, vehículo
simple de lo que se sabría expresar de otro modo.
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