Que el Príncipe Alfonso necesita
de una atención absoluta es algo que todos saben en esta
ciudad. En el caso de la Ciudad Autónoma y su ansiado Plan
Especial, no hay vuelta atrás y se sigue actuando, con el
ritmo que marca la complejidad de la zona, pero se avanza
metro a metro. El barrio ha ido creciendo aritmética y
geométricamente, tanto en población como en espacios, y sin
una ordenación adecuada, o a espaldas de las mas elementales
normas urbanísticas en la mayoría de las ocasiones,
favorecido eso sí por la poca atención que década tras
década se le ha otorgado a esta barriada alejada y próxima a
la frontera.
Es curioso saber, para los desmemoriados, que el Plan
Especial del Príncipe data de 1992, así que sólo debe
recordarse cuantos gobiernos municipales han pasado desde
entonces hasta que, por fin ha empezado a ejecutarse
acciones concretas después de su readaptación a los tiempos
cuando en 2002 ya ejercía Vivas de presidente de Ceuta. Seis
años después se han producido actuaciones y se han levantado
equipamientos que antes no existían, se renueva, reforman y
se readaptan las redes de saneamiento, de pluviales y de
abastecimiento; se adecentan calles y todo, con el ánimo de
actuar directamente en la edificación de viviendas con el
objetivo de erradicar la infravivienda del barrio. Pero el
terreno es el que hay y primero ha de construirse, segundo
trasladar a las personas y tercero derribar las viejas
casas. Ganar espacios es fundamental y ordenar
urbanísticamente la zona es el grandísimo objetivo por el
que se prevén partidas plurianuales bien propias, bien de
partidas concretas estatales que se derivan a actuaciones
del calibre como el del que se trata en el Príncipe.
Una actuación global, urbanizadora, educativa, social y de
seguridad pide el Príncipe a gritos. Todo sea porque las dos
administraciones se pongan de acuerdo, una vez más, y
afronten el problema desde el mismo tajo.
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