El romance del prisionero yace
vivo, responde al momento actual, al abecedario invasor de
cautividades y cadenas que nos asaltan los aires libres de
la vida. La esmeralda y el lirio de mayo, las fiestas
mayales de la poesía y la danza, también han perdido su
pureza silvestre, porque las prisiones del mundo se
acrecientan de un modo vertiginoso. Mujeres explotadas
sexualmente firman contratos con los que entregan su vida a
los proxenetas, que las encarcelan para sí. La esclavitud
invisible, que por masiva ya es visible, pone rejas a
centenares de vidas humanas. Sus consecuencias son el
derrumbe de la misma existencia. Hasta el dulce calor de la
primavera germina amargo y devorador. Algunos que se dicen
enamorados tampoco se dan al amor, más bien han entrado en
la compra venta de pasiones, que es otra prisión más. Ya lo
predijo Antonio Gala bajo esta célebre frase: “esta sociedad
nos da facilidades para hacer el amor, pero no para
enamorarnos”.
Asimismo, la prisión económica aletarga los latidos del
alma. Hemos hipotecado los amaneceres a las entidades
crediticias, otra buena parte del día la trabajamos para
abonar impuestos, y apenas tenemos caudales para vivir,
mientras la malversación de caudales públicos si que está a
la orden del día. Como también está en el diario de
despropósitos el excesivo gasto público, el derroche sin
tino de la clase política y de los gobiernos diversos,
auténtico cáncer de la economía española. Los resultados de
este despilfarro suelen disparar la factura siempre a favor
de los menos pudientes. No me extraña que muchos españoles
no puedan coger el sueño y vivan en un permanente hoyo de
angustia. ¿Quién puede dormir tranquilo asfixiado por las
deudas? Desde luego, las proclamas de los analistas son para
deprimirse, de un paso adelante y dos atrás, de años de
recesión en el horizonte de la economía española y de
millones de criaturas a los que se les niega el deber y el
derecho al trabajo.
La verdad que imprime un gran dolor pensar que el mundo nos
habla, que la naturaleza nos muestra el vacío desolador,
mientras la especie humana no escucha y se encarcela en el
sinsentido/ consentido. Al igual que el romance del
prisionero, se acrecientan los ciudadanos que viven en
dolorosas prisiones, en las que no ven aurora para salir del
nubarrón de la ciega noche. Con razón el presidente del
Instituto de Política Familiar (IPF), Eduardo Hertfelder,
una entidad civil independiente no vinculada a las
administraciones públicas ni a partidos políticos u
organizaciones religiosas, recientemente puso el acento en
la nefasta política que ha llevado el gobierno español en
los últimos años en defensa de la familia, llegando a
advertir de que, ante “los resultados catastróficos”
obtenidos, ofrece un “mal ejemplo para el resto de países”.
La misma ciudadanía, en un sondeo del Instituto Astel-Madrid,
en un ochenta por ciento refrenda un mismo pensamiento: que
las medidas de Zapatero no ayudan a salir de la crisis. Sin
embargo, el citado presidente del gobierno anuncia un “gran
acuerdo” entre los agentes sociales para despuntar y
proyectar futuro. El viejo adagio de que una cosa es
predicar y otra dar trigo nos vuelve escépticos. Tenemos el
antecedente del programa electoral 2008, donde ya brotaban
las actuales vicisitudes, cuestión que no fue óbice para
vociferar a los cuatro vientos lo que sigue: “para los
próximos cuatro años, los socialistas nos proponemos
alcanzar el pleno empleo y desarrollar y consolidar la
política social propia del Estado del bienestar más
avanzado”.
Al prisionero del romance, que no sabía cuando era día o
noche, sino por una avecilla que le cantaba el albor, que
por cierto le dio muerte un ballestero, se le desvaneció la
esperanza, al igual que se le está desvaneciendo la luz a
los que sólo encuentran como mucho migajas sociales. ¿Qué
pasará cuando la hucha del Estado agote hasta el último
euro? ¿Nos servirán el ocaso como jaula de inmensos ojos
bienhechores? Por el cantor de trovos, que no perdamos la
ilusión florecida de empeños y paciencias. Hay algo que
proporciona esplendor a cuanto existe y es el paisaje de ver
regenerado el día tras la noche. El movimiento intelectual
que entre los siglos XIX y XX medita objetiva y
científicamente sobre las causas de la decadencia de España
como nación, o la misma generación de 1898 que hace un
juicio literario y artístico sobre la patria en aquellos
momentos pésimos, de incertidumbres y desasosiegos, pueden
servirnos ahora como referentes para reinventar un nuevo
verso, una nueva forja de ideas basadas en la autenticidad y
no en la mentira que, por desgracia, tanto se ha expandido
desde el fuelle de la política.
Vuelva el mayo de los trabajadores, del movimiento obrero,
el alzamiento del pueblo contra los corruptos y las mafias
del poder que encadenan a los pobres; cerrémonos en banda al
desconsuelo, manos a la vida y abramos las prisiones a los
pálpitos de la primavera. ¡Qué no se detenga! Nada de
silencios, nada de soledades, que florezca la sonrisa de los
niños, la de todos los niños; que los abuelos pasen de la
“zona de aparcamiento” a la “zona de carril” para encarrilar
el núcleo familiar desde su cátedra de la vida; y que, los
adultos, dejen de adulterar la verdad, que sólo tiene un
camino, el bien de la persona. Machado la vistió de
transparencia como nadie: “Tu verdad no; la verdad/ y ven
conmigo a buscarla. / La tuya, guárdatela”. Ciertamente,
necesitamos de esa verdad para poder seguir viviendo y
ahuyentar estos momentos de tribulación que sufre la
tripulación humana en el barco de la existencia. La
imaginación al poder. Un poder compartido, junto al deber de
la escucha y al deber del servicio. Retome, pues, la
primavera a los caminos de la vida, con la lucidez del sol
que traspasa todas las prisiones, antes de que sea demasiado
tarde para rejuvenecer la rosa del tiempo.
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