Hablar con él siempre es
interesante. Aunque con el paso de los años haya ido
aumentando su curiosidad y ésta le haga ser indiscreto en
ocasiones. Un desliz menor que queda, además, diluido entre
sus varias y excelentes cualidades que le permiten ser muy
apreciado por cuantos le conocemos y tratamos.
Me lo presentaron hace ya casi tres décadas. Y todavía sigue
emocionándose cuando la bandera es izada o arriada, y sobre
todo cuando suena el himno español. En su teléfono portátil
suena una marcha militar. Y en su muñeca se divisa
perfectamente una pulsera con los colores de la bandera
española.
Habla de España con verdadera devoción. Pero semejante
entrega en su boca no resulta empalagosa. Ni induce a pensar
que se está ante un tipo convencido de que con Franco
se vivía mejor. Mentiría si no dijera que a veces se le nota
la irritación causada por quienes abominan de la unidad
española y abogan por la secesión. Mas hay que estar muy
atento para percatarse de ese relámpago enojoso que le
enciende sus carrillos.
Ayer nos sentamos un rato a charlar de manera distendida. Y
lo primero que hizo es indagar sobre mi viaje a El Puerto de
Santa María. Y me preguntó si es verdad que el presidente de
la Ciudad dará una conferencia en el Patio de Mora,
perteneciente a las Bodegas Osborne, en el mes de agosto.
Ninguna certeza tengo al respecto, le dije. Aunque me consta
que hay motivos suficientes para creer que Vivas pueda
hablar en ese marco extraordinario. Ya que éste se ha ganado
la estima de muchos portuenses.
De repente, cambió de tercio: “¿Qué te parece la que le han
liado a los Reyes en el campo del Valencia?”.
Me parece mal. Muy mal. Pero tampoco es un drama que unas
minorías piten y abucheen al himno nacional y a Sus
Majestades antes de comenzar un partido. Lo que no entiendo
es por qué hay periodistas que se empeñan en echarle la
culpa de lo ocurrido a José Luis Rodríguez Zapatero.
-Minorías que están organizadas por alguien, ¿no?
Claro que sí. Por quienes están alimentando el secesionismo
en algunas regiones españolas. Y no dudan en aprovecharse de
cualquier acontecimiento para propalar que no quieren ser
españoles ni aceptan la Monarquía. Y están en su derecho.
Por más que a nosotros nos siente como una patada en la boca
del estómago o un balonazo en sitio más que conocido.
Vivimos en una democracia pluralista, precisamente impulsada
por don Juan Carlos. Y el mismo derecho que tenemos la
mayoría a salir en defensa de la unidad de España, tienen
los grupos minoritarios de gritar su disconformidad con
ella. Siempre y cuando, como bien dice el maestro Anson,
no hagan uso de la violencia.
Lo lamentable no es discrepar. Lo lamentable es lo que hizo
la Primera de Televisión. Tratando de ocultar esas
discrepancias de unas minorías educadas como pertenecientes
a una casta especial. Y cuyos miembros no se sienten
españoles.
Menos mal que esa actitud de los dirigentes del medio ha
servido para demostrar que la censura es tan perniciosa como
para llamar más la atención que los pitos de unos pocos
vascos y catalanes que se consideran hechos de otra pasta.
Criaturas extraordinarias. Gentes a la que nunca les
afectaría la peste porcina.
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