Merece reflexión y análisis la
labor altamente excepcional y desinteresada de muchos
ceutíes que enarbolando la bandera de la cultura forman
parte de esa especial raza que suelen darnos constantes
lecciones y ejemplos de buen hacer, algnos de altruismo, de
dedicación, de sensibilidad y de amor al arte en su acepción
más generalizada.
Podemos enumerar o relacionar una amplia lista de nombres,
grupos, asociaciones o entidades ceutíes que encuentran en
el arte, en la cultura en general, la mejor salida para dar
rienda suelta a sus inquietudes. Forman parte de esa Ceuta
que también existe, que está ahí, que lucha a veces desde el
anonimato, otras desde la inferioridad, otras desde la
impotente indiferencia como respuesta a sus anhelos,
expectativas e ilusiones, pero que aun así pelea y aun así
encuentra sus espacios porque el arte, la cultura, la
expresión de sentimientos o sensibilidades son elementos
absolutamente necesarios en una sociedad para evitar
finalmente el embrutecimiento general. Apostamos claramente
por todas las corrientes que, desde el más absoluto silencio
público, avanzan ganando terreno a base de innumerables
esfuerzos en el ámbito de los personal y, a veces, en el
pecuniario, por el simple hecho de hacer lo que
verdaderamente les gusta, por hacer en definitiva, porque es
así, que Ceuta brille también por ese flanco nada débil, más
fuerte de lo que parece o le parecen, y se convierta en fin
en algo a tenerse verdaderamente en cuenta, también en el
ámbito de lo institucional.
En estos días, estrenaron el viernes -los del Centro
Dramático de Ceuta- la obra ‘Un canto a la vida’ dirigida
por Manuel Merlo, un gurú teatral residente desde hace tres
décadas en la ciudad. Si bien la respuesta popular no ha
sido mala, ha faltado esos llenos que sí se reflejan en
representaciones con actores famosos por salir en la ‘caja
tonta’, algo que merece, efectivamente, una reflexión y una
apuesta decidida por apoyar, algo más, al arte ceutí, que
también existe.
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