Por increíble que parezca ayer, en
mi familia, deseábamos que el Barça cediera la Copa del Rey
al Athlétic, perdiendo el partido, dada la diferencia
abismal entre los dos equipos. Pues no.
Había que ver el ambiente que reinaba en mi casa, por no
escribir sobre el de Mestalla del que sobradamente responde
toda la prensa española, con mi hijo pequeño vestido de
“culé” de pies a cabeza, mi mujer dando grititos de persona
totalmente nerviosa o histérica y el resto de amigos y
familiares zampándose las bebidas y las tapas hasta vaciarme
la nevera.
Bastaba que el Barça cediera un poco en su juego y abriera
un poco más las líneas para permitir a los viejos leones
obtener una copa que lleva el sello de ser el único sueño de
los vascos. Lamentablemente el propio Athlétic facilitó las
cosas fallando más de la cuenta.
Bueno, la victoria del fútbol se centró en la afición
asistente al partido. Una afición que demuestra la unidad de
dos comunidades abocadas a entenderse más allá de la
política. Lejos de aquella otra final bochornosa en la que
se pelearon a puñetazo limpio hasta los porteros del
estadio, esos que no paran los balones y sí a los que se
infiltran sin entradas.
Pasemos a la cosa esa del Debate de la Nación. Un debate que
sólo tuvo un color, el blaugrana, con victoria socialista
por goleada. Pese a que el líder de la supuesta oposición,
que no lo es, que en su cháchara injustificable en la
consiguiente rueda de prensa después del encuentro en la que
se atribuyó una victoria por goleada ante el presidente del
Gobierno.
Sus propios compañeros peperos lo califican de nato perdedor
en el debate, aunque sin medios de comunicación por delante.
Casi todos los medios de comunicación reconocieron la nula
validez de las críticas de Mariano Rajoy, que no supo
aprovechar el debate sin dar alternativas fiables ante la
crisis. Mucha cháchara sobre propuestas de proyecto
económico completo que resulta ser papel invisible, por no
decir mojado.
A juzgar por las palabras soltadas por el líder pepero, le
duele mucho la desaparición de las deducciones por compra de
vivienda porque, según el propio Mariano Rajoy, supone un
grave atentado contra los intereses de la clase media. Este
será uno de los argumentos que aprovechará en la campaña
europea. Seguro.
En España, desde los oscuros tiempos del pre-franquismo,
cuando era la Falange la que dominaba el panorama social,
nunca ha existido lo que se viene mencionando como clase
media. Ni clase alta ni baja, sólo ricos y pobres.
No podemos seguir cualificando al ciudadano a través de las
clases cuando ni siquiera los de la supuesta clase alta
están libres de deudas, morales o económicas. Si se
consideran así mismos de esta clase es que no tienen
vergüenza. Los tiempos de amos, esclavos y medianos pasó a
mejor vida.
Lo que entiende Mariano Rajoy por clase media no son otros
que aquellos que tienen suficiente poder económico para
adquirir viviendas a puñados para luego especular con ellas.
Está más que retratado.
Se notó, en el hemiciclo, la presencia fantasmal de Aznar.
El espíritu del mentiroso ex presidente, por lo del 11-M,
andaba merodeando la cabeza de Mariano y ello redundó en la
clara derrota del líder pepero. Su cháchara injustificada de
desviar su derrota a los cuatro millones de parados, es de
las más miserables que se pudieran escuchar de boca de un
político. Suena más a la voz de un entrenador de fútbol
despechado y desbancado por la amarga trayectoria de
derrotas que lleva consigo.
Volviendo a lo del Barça, es lamentable que una serie de
energúmenos metan el vandalismo en las celebraciones
futboleras. Sin ir más lejos, en la plaza de Catalunya, de
Barcelona, un grupo de saboteadores, los de siempre,
destrozaron mobiliario urbano en intentos de enfrentarse a
la policía catalana. No son del Barça. Son bazofia de la
sociedad.
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