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OPINIÓN - VIERNES, 15 DE MAYO DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Carlos Orúe
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Nunca he hablado con él. Y tampoco, por razones varias, hemos coincidido como profesionales del deporte rey. Y, desde luego, no sé nada sobre sus conocimientos futbolísticos. Porque jamás he tenido la oportunidad de verle trabajar ni, mucho menos, he podido comprobar cómo reacciona en el banquillo ante las necesidades que le impone el juego.

De Carlos Orúe sólo sé que es de Jerez de la Frontera. Que ha entrenado a equipos de relieve en la categoría. Lo cual le ha permitido obtener algunos éxitos destacados. Y que a pesar de ello, todo hay que decirlo, no ha conseguido ver realizado su sueño de entrenar en Primera División.

Con lo cual estoy por asegurar que más de una vez habrá pensado, y no sería el primero, que otros con muchos menos méritos que él lo han logrado. Y a partir de ahí puede que le hayan surgido más dudas de las habituales y hasta que haya llegado a plantearse la necesidad de no caer en la rutina. La que suele manifestarse en la enseñanza de sólo tres cosas que uno cree que nadie puede mejorarlas.

Válgame el introito como alegato para dejar muy claro que yo no tengo nada en contra del todavía entrenador de la Agrupación Deportiva Ceuta. A quien sí le critiqué, en su momento, que dijera que se aburría muchísimo en Ceuta. Y por tal motivo, pedía que le contrataran a un técnico para dedicarse él a ver vídeos.

Porque esas declaraciones de Orúe me parecieron inadecuadas, improcedentes, chocantes. Propias de alguien muy osado o falto de sentido común. No quiero ni imaginar lo que hubiera sucedido si ese desinterés por vivir en esta tierra lo hubiera hecho público, verbigracia, un delegado del Gobierno. Le habrían armado la de Dios es Cristo. Por menos han sambenitado aquí a forasteros. Aquí y en cualquier otro lugar.

Pero no se trata de recordar tal metedura de pata con ánimo de molestar. Sino de aclarar algo que he observado: a Carlos Orúe le aburren también los secretarios técnicos. O, al menos, le producen tedio los que contrata la ADC.

A los hechos me remito: cuando se requirió los servicios de José Enrique Díaz, al técnico jerezano le faltó tiempo para salir corriendo.

Y ahora, en cuanto se ha anunciado la contratación de Fernando Abad -madrileño castizo- como secretario técnico, ha torcido el gesto y ha mostrado ya su disconformidad. Más o menos ha aireado que en su contratación no tiene que intervenir nadie. Que él sólo se entenderá con los directivos.

Respuesta que evidencia la poca simpatía que Orúe le tiene al tal Abad. De modo que al primer tapón, zurrapa. Vamos, que la cosa no ha podido comenzar peor. Y, claro, el madrileño castizo ha tenido que tragarse el primer sapo.

Pero no crean que hombres así, acostumbrados a manejarse bien en la sombra, perdonan. En absoluto. Y día llegará, si la cosa no funciona, en que Orúe pague con creces su desaire al nuevo empleado del club. ¿Cómo?: en forma de campaña negativa. Que suele hacerse disimuladamente, a escondidas. Y la directiva, que ahora está en Babia, dirá entonces que conviene sacrificar a una de las partes. Y si le toca perder a Orúe, no sería extraño que Abad se sacara un as de la manga: la contratación de Braojos. Si éste estuviera libre. En el cual confía ciegamente. Así como suena.
 

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