Primero fue Galicia, ahora el
llamado País Vasco gracias a la Constitución, porque jamás
fue país ni nada parecido, simple y llanamente Las
Vascongadas, sólo resta Cataluña para mandar a todos los
independentistas a casa. Y aunque algunos no lo crean todo
llegará.
Cataluña, mucho presumir los catalanes de cultura, lengua y
de ser una nación con capacidad suficiente para
autogobernase, pidiendo constantemente la independencia y
para mas inri, los catalanes que tanto presumen de ser
catalanes, están gobernados por un cordobés. ¡Toma del
frasco, Carrasco!.
Los otros días, cuatro independentistas de pacotilla se
encadenaron en el banco de España en protesta por la crisis,
mientras otros treinta les jaleaban y les daban todo su
apoyo desde la calle. El asunto sirvió para comprobar la
gran mayoría de seguidores que tienen todos aquellos que
defienden la independencia de Cataluña.
Los que por una u otra razón emigramos a Cataluña buscando
una vida mejor, cuando volvimos a nuestras tierras no
dejamos, en ningún momento, de sentir admiración por el
pueblo catalán, sin dejar de comprender que los peores
catalanes, por querer ser más catalán que los nativos
catalanes, eran todos los charnegos que habían llegado desde
diferentes puntos de España a Cataluña.
A los que por el contrario, no olvidábamos donde habíamos
nacidos y a qué habíamos ido a Cataluña, nos hacia una
gracia enorme, ver el esfuerzo que hacían todos aquellos que
se creían más catalanes que los propios catalanes, tratando
hablar catalán con un acento pueblerino que sonaba a maleta
de cartón atada con la correspondiente cuerda y un olor a
buen chorizo que te tiraba de espaldas.
Los que se quedaron, tuvieron descendencia. Y esa
descendencia, más catalanistas que los propios catalanes,
son los que más hablan de la independencia y de que Cataluña
es una nación, cuando Cataluña por mucho ser, no es más que
un condado.
Y aunque algunos no se lo crean, a pesar de haber nacido en
Cataluña, al escuchar en sus casas hablar en castellano, se
hacen un lío a la hora de expresarse en catalán, y su hablar
sigue oliendo a chorizo de pueblo que te tira de espaldas.
La mayoría de ellos hablan un catalán “macarronico”, con el
que piden, constantemente, la independencia de su “nación”.
Pero, para su desgracia, cada vez son menos los
representantes que tienen en la Generalitat, donde los que
quedan tiene menos porvenir que un mono con vértigo, por
mucha corona de espinas que se pusieran en la cabeza. Por
cierto, no le entraba la corona ¿por qué no le entraría la
corona?. Vaya usted a saber.
El día que desaparezcan todos estos cantamañanas, que viven
más atrasado que le trasero, los de las maletas de cartón
piedra desparecerán como por encanto y sólo les quedará, sin
duda alguna, el tratar de conseguir hablar medio bien el
catalán, sin hacer el ridículo por su acento andaluz,
gallego, extremeño o murciano, y Cataluña volverá a ser
Cataluña, sin añadidos ni colorantes que tanto daño le está
causando ante el resto de España.
En este sistema de vida todo es posible. Sólo es cuestión de
tiempo
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