Desde fuera una paciente de Fibromialgia o Astenia Crónica
no aparenta ser una persona enferma, con dolores y
cansancio, con problemas que le atañen a su vida personal,
familiar o laboral. Desde dentro, el panorama se vuelve
crudo, frío, desolador, a base de desigualdades sanitarias,
sin derechos a prestaciones sociales porque la enfermedad no
tiene cura ni respaldo legal. Y, sobre todo, el
desconocimiento de un síndrome que invade poco a poco pero
que la mayoría de la sociedad desconoce, mostrándose
ignorante. Pero sólo ellas y ellos, los perjudicados por
estos síntomas, sufren la destrucción.
”Estoy diagnosticada de Fibromialgia desde hace tres años.
No tengo ninguna mala experiencia por mi edad y por los
adelantes que a día de hoy existen, además de que me han
tratado bien. Pero hay que reconocer que somos
incomprendidas porque el umbral del dolor una lo lleva como
puede siendo un agotamiento enorme. Lo que más me duele, no
lo que sufro como persona, sino el tener que abandonar en
muchas ocasiones a mi familia, a mis hijos, mi trabajo. Pero
es que realmente no se puede porque el dolor y el
agotamiento son muy grandes”, relataba Alicia Lagares. A
pesar de los avances, la medicina para eliminar la
enfermedad no existe, permitiendo que poco a poco el ser
humano se vaya deteriorando. “Va cambiando; lo que más me
está afectando es de caderas hacia abajo, las rodillas, los
tobillos. Pero hay muchos puntos y a cada uno le afecta de
manera diferentes. A mi me duele mucho la cabeza, los codos,
las muñecas y cada día te duele un punto más, como el no
poder abrir un bote”. Otros perfiles y experiencias también
pueden ayudar a que, con el esfuerzo de todos, estos
enfermos puedan elegir el camino hacia la lucha y dar la
espalda a la derrota. “Tengo Fibromialgia desde hace años y
tuve muchos problemas antes de que me la diagnosticaran
porque me derivaron de un sitio para otro. Y ese es nuestro
principal problema, el que la diagnostiquen porque muchas
veces una cree que está descolocada. Una piensa no tengo
nada pero tengo de todo y además la incomprensión.
Aparentemente estás como una rosa pero por dentro llevas el
dolor y eso te dificulta las cosas. Gracias a Dios me siento
apoyada por mis compañeras y por los médicos que me
atienden. A veces, cuando menos te lo esperas, te da un
brote y lo tienes que abandonar todo pero solemos luchar y
caminar hacia delante”, aclaraba Isabel Segura.
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