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OPINIÓN - MARTES, 12 DE MAYO DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Visita de gratitud
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Una cosa que hay que ser en la vida es agradecido. Es una expresión que he oído desde que tuve uso de razón. Pero de cualquier satisfacción recibida ha de tener respuesta la parte que nos haya proporcionado ese placer de habernos visto distinguido, en cualquier momento, a cambio de nada.

No vale, bajo ningún concepto, decir sólo entre bastidores que Fulano se portó con nosotros de maravilla o que tal o cual ciudad se enorgulleció de contar con la nuestra para cederle todo el protagonismo en cualquier acontecimiento destacado del lugar.

Entre bastidores, yo había oído contar cómo a Fernando Gago, alcalde de El Puerto de Santa María en 2007, se le llenaba la boca hablando de Ceuta. En la cual hizo el servicio militar. Y bien que demostró ese afecto al dedicarle a la comunidad ceutí las fiestas más señaladas de su pueblo.

Entre bastidores se decía siempre que las muestras de gratitud que merecían las autoridades portuenses, al dedicarnos la Feria de Primavera y del Vino Fino, no habían tenido la justa correspondencia de una visita, al año siguiente, por parte de una representación ‘caballa’. Con el fin de expresarles a los anfitriones el enorme agradecimiento que, un año después, aún estaba vivito y coleando. Cual recompensa al excelente trato que les habían dispensado durante tres días intensos.

Y cuando parecía que todo ese agradecimiento, tan de verdad y por cuestiones obvias, iba a quedarse fuera del marco debido, Pedro Gordillo reaccionó con eficacia y en menos que canta un gallo hizo posible que en El Puerto de Santa María supieran lo que tenían que saber: que Ceuta no había olvidado lo ocurrido en 2007.

Y lo comenzado por Gordillo lo continuó Juan Vivas. Que se puso al frente de esa representación para compartir un sábado de Feria en El Puerto con toda la Corporación local, encabezada por su alcalde, Enrique Moresco.

Una Feria dedicada, en esta ocasión, a la Comunidad Autónoma de Valencia. Pero en la que pronto, casi en un amén, la gente volvió a expresar sus simpatías generalizadas por Ceuta. Y salía a relucir a cada paso la huella que había dejado la caseta regentada por Manolo Guillén. Y sería pecar de prejuicio provinciano por mi parte, si silenciara de qué manera Vivas se ha sabido ganar el corazón de los portuenses.

Le conocen ya como si fuera visitante asiduo de una tierra por la que suspiraba cada dos por tres el rey Sabio. De una tierra donde si bien es verdad que nadie es forastero en cuanto acepta la primera copa de vino fino, tampoco es fácil pasear por sus calles recogiendo muestras de agrado y causando la impresión de que forma parte del medio desde hace ya la tira de tiempo.

Es motivo de alegría para quien escribe, aunque no haya nacido en esta tierra, destacar cómo se maneja el presidente fuera de Ceuta. Se comporta con una sencillez, tan mamada como adquirida, que a fuerza de practicarla le sale ya exenta de afectación. Y uno se percata de que su tirón en la rúe es de mucho cuidado. Y él, que no es tonto, sabe cómo gusta su forma de ser. Y se transforma. Y comienza a vender -en beneficio de Ceuta- sus conocimientos como si tal cosa. Como si estuviera relatando hechos de andar por casa. Y la gente lo tutea. Así que Juan, por aquí; y Juan, por allá... Y termina siendo el centro de atención. En suma: un éxito total.
 

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