Sin prisa, pero sin pausa, las
cosas se van colocando en el lugar que le corresponden sin
que nada ni nadie pueda evitarlo, porque que es ley de vida.
Y la democracia tiene una vida que nos llevará,
definitivamente, al bipartidismos que es como se muestran
las democracias más antiguas del mundo, apartando de ella a
todos esos partiditos que nada representan, menos aportan y
que con su puesta en escena tanto dañan a la auténtica
democracia.
El pasado día cinco, con la toma de posesión de Paxti López
como nuevo lehendakari del gobierno vasco, se ha dado un
paso importante hacia el camino que desde hace tiempo
venimos pronosticando.
El nuevo lehendakari, por vez primera no nacionalista, ha
prometido en su discurso de investidura estar: ”día a día
frente a ETA” y defender “una Euskadi multicolor y plural”.
Al gran discurso de investidura de Paxti López en tono firme
y conciliador, no hay que olvidar, las cosa claras, la
intervención del portavoz de los populares que ofreció a
López la máxima lealtad con el gobierno vasco.
Ante esta situación los nacionalistas, aldeanos puros y
duros, que han gobernado durante treinta años y ven como han
pasado a la oposición, cosa que no pueden aceptar de ninguna
de las maneras, temiendo tener que volver a dejar los coches
oficiales, las secretarias y los trajes de Armani, han
montado en cólera, mostrando toda la bajeza que anidan en
sus corazones, sacando toda su artillería contra ese pacto
entre PSOE y PP, que les ha lanzado fuera del gobierno
vasco.
Joseba Egibar, en su discurso, lo de discurso es un decir,
presentó al nuevo lehendakari, Paxti López, como el político
que quiere “dar la vuelta al ruedo de la Plaza de las Ventas
de Madrid llevando la cabeza del vasco que tanto aprecia
España”. No se puede caer más bajo y decir mas chorradas en
tan poco tiempo.
El nuevo lehendakari le respondió con contundencia “somos
tan vascos como usted, pero buscamos el entendimiento y
renunciamos a imponer nuestras posiciones”.
Pero si Egibar, sacó toda su artillería y toda la bajeza,
más bajeza es imposible, no se quedó atrás el aldeano
independentista que ejerció sus últimas horas como
lehendakari, Juan José Ibarreche, que gracias a Dios y por
el bien del pueblo vasco, le ha dicho adiós a la política.
En ese adiós tengo que decir, y digo, que se me han saltado
las lágrimas ante irreparable perdida de un politiquillo del
tres al cuarto, al que la tómbola de la vida, por esas cosas
que tiene, le regaló la gorra y el pito con mando en plaza.
Muñequito de pin pan pun en manos del cura nazi, como le
llamaban a Arzalluz en Alemania los trabajadores españoles,
con esa sonrisa más falsa que las monedas de veintitrés
euros, no ha sabido aceptar la derrota que le ha enviado a
casa con más penas que gloria, llevándose bajo el brazo
todos sus planes independentistas y su famoso referéndum.
En esta vida, Juan José Ibarreche, hay que saber ganar con
honor y perder con elegancia. Adiós, tú
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