El deporte rey tiene una fuerza
enorme incluso, cuando hay encuentros importantes, se olvida
el personal de la crisis del paro y de todo lo que haya que
olvidarse. De esa misma importancia que tiene el fútbol se
aprovechan hasta los políticos, dependiendo del equipo de
sus amores, para arañarle al contrario algunos votos.
El problema que se les puede plantear, a algunos de los
políticos dedicados a estos menesteres es que, el equipo de
sus amores, no consiga los objetivos marcados y vaya fracaso
tras fracaso, una temporada y otra llegando, en algunos
momentos, alcanzar la repulsa de los aficionados que ven en
esos políticos los culpables de estos fracasos por poner, al
frente de estos equipos a personas poco cualificadas para
dirigirlos.
Dicen que los maños, soy descendiente de maños, somos muy
cabezones, y como muestra aquel chiste de la desparecida
“Codorniz”, en el que se veía un tren que venia por su vía y
un maño con su burro por la misma vía en dirección
contraria. El maquinista, al percatarse de la situación,
hizo sonar repetidamente el pito del tren, a lo que el maño
respondió: ”chifla, chifla, que como tú no te apartes, yo no
pienso hacerlo”. Ni te quiero contar, serrana del alma mía”,
lo que fue del burro y el maño.
Y es que la cabezonería, en la mayoría de las ocasiones, por
no dar el brazo a torcer, reconociendo los errores, al final
termina dándonos dolores de cabeza sin razón alguna,
provocados por no haber sabido reconocerlos y como dice la
celebre frase bíblica “darle al César lo que es del César y
a…”.
Los errores cometidos incluso en el asunto del deporte, dada
la importancia que para cada uno de nosotros tiene el equipo
de nuestros amores, se suelen pagar muy caros, ante una masa
que sólo quiere el triunfo de sus equipo, y que ve,
temporada tras temporada, romperse todos sus sueños y todas
sus ilusiones.
Esto, algunos políticos, no lo llegan a entender hasta el
momento de la verdad, donde dos mil personas cabreadas por
culpa, culpita del deporte rey le niegan sus votos,
achacándoles todos los males del equipo de sus amores, por
seguir manteniendo al frente del mismo, a los que ellos
consideran las personas menos adecuadas para conseguir los
objetivos propuestos.
Todo el que siembra viento al final, como no puede ser de
otra forma, recoge tempestades. Una vez más no me voy a
equivocar, todo es cuestión de tiempo y el menda, tiene más
paciencia que Job, para esperar los resultados. Unos
resultados que se van a dar sólo por cuestión de cabezonería
y no querer reconocer un error cometido, que se viene
realizando temporada tras temporada.
Con lo fácil que es, en la vida, saber reconocer los errores
y tratar de no caer más en ellos o pedir perdón a quien haya
que pedírselo. En saber reconocer los errores y pedir
perdón, si es necesario, es donde se demuestra la grandeza
de las personas.
No se reconocerá el haber cometidos errores fácilmente
solucionables, seguirán cometiéndose a sabiendas que se
cometen. Los errores se pagan a muy alto precio. Claro que
sarna con gusto dicen que no pica. Igual que dicen que el
que avisa no es traidor. Pues eso, a buen entendedor con
pocas palabras basta.
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