Inicialmente iba a escribir del
elocuente careto, destilando fanatismo y rencor, del ex
lehendakari Ibarretxe tras ser saludado, el pasado martes,
por su sucesor Patxi López; o del millón de votos que
seguramente alcance el profesor Sosa Wagner (yo les invito a
votar por él), natural por cierto de la luminosa Alhucemas y
cabeza de lista en los próximos comicios europeos por UPyD,
el partido de Rosa Díez con un amplia representación en
Ceuta (enhorabuena Julián, en tu sitio y sin apretar el
acelerador, ya te explicaré). Pero al final me quedo con mi
diario vaso de vino (¡lejaim!), el sabroso jalufillo cuya
ingesta es improbable que acarree el riesgo de infección por
gripe porcina (H1N1) y, por las noches, el bello acto de
acunar a un bebé deseándole los más dulces sueños posibles.
No sé de qué va la OMS, pero lo comprobado es que la
infección se cuela exclusivamente por las vías respiratorias
y la “guerra diplomática” desencadenada al efecto esconde,
en el mejor de los casos, cutres políticas proteccionistas
cuando no reacciones de otro tipo. La postura de China es
sangrante; el gigante asiático, contaminador como pocos y
escasamente respetuoso con el medio ambiente, ha tratado
recientemente a un representativo grupo de turistas
mexicanos como vulgares delincuentes. ¿Para cuando el mundo
empezará a reaccionar contra el expansionismo agresivo y el
imperialismo latente del cínico y peculiar comunismo chino?.
“Cuando China despierte”, advertía clarividente hace años
Gironella. Pues la criatura ya ha salido de la cuna… ¿Y el
vinillo?. Me lo pasé pipa leyendo ayer la reseña, en el
suplemento de Sanidad de un conocido medio nacional,
publicada en la revista Journal of Epidemiology and
Community Health, según la cual tras un exhaustivo estudio
realizado a 1.400 varones alemanes entre 1960 y 2000, se ha
comprobado que la prudente ingesta diaria de un vasillo de
vino tinto (pero no más, el máximo serían 20 gramos) eleva y
alarga la calidad de vida en unos cinco años. Los datos son
fehacientes, ¡ah jai, chof!, ¿qué te parece?. Culchi levés
culchi misián. ¿Tienen ustedes, amables lectores, algún bebé
o están en ello…?. Pues otro reciente estudio acaba de
confirmar que la mejor receta contra los malos sueños de los
bebés durante los primeros años de su vida y que afectarían
a un 25% de las criaturas españolas (del vecino país no
tengo datos), puede corregirse fácilmente con una metódica
rutina: acostumbrarles al hábito de un baño diario media
hora antes de acostarse para, a continuación, acunándoles
con sosiego mientras se les canta una nana, hombre un poco
más alegre que aquellas imborrables “Nanas de la cebolla”
del malogrado poeta Miguel Hernández. Luego un dulce besito
y a iniciar el sueño en la cuna, esto es importante, pues
así si el bebé despierta se encontraría en su elemento
nocturno y no reclamaría, constantemente, los protectores y
afectuosos brazos de su padres.
Quizás estas líneas no les parezcan tan trascendentes como
las de otras columnas, pero no se me equivoquen. SI la
escritura no sirve para la vida, si no ayuda a hacernos más
felices, ¿qué sentido tiene?. Ese es el primer mandato,
crecer equilibrados, sanos y contentos pues, lo demás vendrá
por añadidura. Y por cierto, con lo que está cayendo sobre
el antiguo país azteca, pese a los ruines mandarines de
Pekín, oigan, ¡que viva México!.
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