Juan Vivas se ha torcido al
torcer una esquina. Y desde entonces todo le sale mal.
Parece ser que la desgracia se ha cebado con él y está ya
que no levanta cabeza. Así que no es extraño que pronto lo
veamos llorar por calles, callejas, plazas y rincones su
enorme error: el cual no es otro que haber desechado el
asesoramiento de la cabeza más amueblada de esta ciudad:
Juan Luis Aróstegui.
Juan Vivas, según el hombre más inteligente de esta ciudad,
así me lo afirmó el secretario general de Comisiones Obreras
un día, de hace ya bastantes años, ha tocado fondo. Y,
aunque ha llegado al límite de una situación negativa, no se
resigna. “Y se deshace en ímprobos e inútiles esfuerzos por
desprenderse de una viscosa amalgama de corrupción,
ineptitud, egoísmo y maldad que convierte la acción del
gobierno en pura bazofia”.
Le ha faltado decir, al hombre más inteligente de esta
ciudad, que él ya le advirtió a Vivas de lo peligroso que
era salir a la calle sin la protección debida. Una
protección que sólo él podría darle. A fin de evitarle que
nada más torcer una esquina perdiera gran parte de la razón
al toparse con un solar capaz de trastornarle la chaveta al
más pintado. Aróstegui lo llama Revellín.
Con Aróstegui, como asesor, tampoco habría sido posible que
el presidente del PP se hubiera incorporado al gobierno. A
quien considera culpable de que Vivas haya embarrancado
estrepitosamente. Ese sitio lo habría cubierto Juan Luis con
otro asesor: José Antonio Alarcón. Y ambos habrían
puesto su inteligencia y conocimientos políticos al servicio
de un presidente que ahora no estaría sumido en una
depresión que le agranda a cada paso un siniestro Jefe de
Gabinete.
Resumiendo: que Don Quintín el amargao nos ha dicho que el
presidente de la Ciudad está pasando por una gran crisis.
Por menos, cualquier argentino sale deprisa y corriendo a
sentarse en el diván del psicólogo que tenga más a mano. Así
que no tendré más remedio que preguntarle a Mabel Deu
si la moral de Vivas está tan resentida como ha propalado el
muchacho que cada día se parece más morfológicamente a esos
personajes sin risa que habitan en sitio donde ser español
está mal visto.
Ah, se me olvidaba: Don Quintín el amargao, es decir,
Aróstegui, nos ha recordado asimismo que en el encallamiento
del presidente ha influido, cómo no, la confianza que éste
ha depositado en los detritos del ‘gilismo’. No hace falta
ser muy listo para darse cuenta de que Francisco Márquez,
consejero de Hacienda, supo en su momento frenar en seco las
aspiraciones de quien llegó a creerse que tenía más que
chupado el convertirse en una especie de valido del
presidente de la Ciudad.
Tal vez porque Márquez, en su día, se percató de algo de lo
cual yo aún no tenía certeza. Me explico: el consejero de
Hacienda supo ver que Aróstegui era gafe. Gafe de categoría.
Vamos, de los que son conocidos por manzanillo. Y ahora
estoy en condiciones de airear que es así.
-¿En qué me baso?, dice usted.
Pues que un medio local, donde se le da a Aróstegui toda la
bola del mundo, ha dejado de vender lo que vendía. Por lo
tanto, más le valdría a sus responsables atajar a tiempo a
un gafe que produce ruina a su alrededor pero que a él, en
cambio, le hace vivir espléndidamente. Y no necesita
torcerse al torcer una esquina.
|