El cáncer se llevó hace unos años a uno de sus fundadores,
Rafa Ibáñez (guitarra y compositor del grupo), al que siguen
riendo tributo de palabra obra y omisión una década después
de su fallecimiento, pero no las ganas de cantar. Como para
gustos están los colores esta noche, cuando vuelvan a
subirse al escenario, casi veinte años después, cada uno de
los doscientos afortunados que hayan conseguido entrada para
verlos en La Sala (00.00 horas) tendrán la oportunidad de
comparar a quién de sus cinco miembros ha tratado con menor
benevolencia el paso de los años.
Son, para los más jóvenes, foráneos y demás iletrados en la
‘Ofensiva Norteafricana’, Ángel, José al cubo (Duarte,
Biosca y Patiño) y Javier. O lo que es lo mismo, ‘Ángel y
los vecinos del 5º’, el quinteto que se formó en 1981 cuando
Rafa y Ángel se conocieron al calor de la New Wave y la
Movida madrileña.
Esta semana, peinando canas pero modernos, con su myspace y
todo, hicieron sitio en un ensayo a este periódico y a sus
cámaras para dejarse catar de nuevo. “Volvemos por culpa de
Javier”, dice Ángel, “que me vio un día por la calle y
empezó a decirme que por qué no tocábamos; me lo pensé un
par de noches y dije ‘¿por qué no?’, contacté con el resto
del grupo y aquí estamos”.
‘Ángel y los vecinos del 5º’ permaneció diez años en activo
con múltiples formaciones y, como un mecano, vio salir y
entrar piezas reiteradamente. A las tablas se subirán hoy,
de hecho, juntos por primera vez sus cinco integrantes, que
se resisten a confesar “nostalgia” de los ochenta y dicen,
achaques al margen, “tan bien como entonces”. Para
demostrarlo tirarán de un repertorio aliñado de “canciones
emblemáticas de los diez años que estuvimos en activo”.
En esa selección se cuentan clásicos de toda su vida como
‘Mi sastre’ hasta productos de su factoría cuando ya estaban
a punto de retirarse.
“La gente que las conoce las coreará sin duda durante la
actuación y los que no...”, abunda Ángel, portavoz sin duda,
“no sé cómo definirles nuestro estilo”.
No se las dan, con todo el bombo que les dieron en su
momento, de estrellas perdidas ni ángeles caídos. “¿Power
pop? ¿rock? A mí lo de las etiquetas siempre me ha resultado
un poco así porque no podemos asemejarnos a Nacha Pop, Los
Secretos o Radio Futura más que en que cuando tocábamos
estábamos ahí, en la nueva ola”.
El epíteto de la ‘Ofensiva Norteafricana’, sin embargo, sí
gusta. “Nos lo puso Rafael Abisbol, de Radio-3, y creo que
se la sacó por la cantidad de maquetas que le llegaban desde
la ciudad en aquel momento”, explican.
‘Angel y...’ compartió burbujeo musical y cultural con otros
grupos míticos como La Agencia, Los desertores, Rodando
Mogabo, Culto al silencio... “Había muchos sitios donde
toca: lo mismo lo hacías en la Semana de la Juventud que en
una verbena de barrio que en Feria que en un mitin
político”, se extiende Ángel, que ahora echa en falta “más
ambiente” y que, precisamente por eso, agradece tanto la
existencia de un espacio de conciertos permanente como ‘La
Sala’, que el año pasado ya dio la oportunidad de volver a
los escenarios a Rodando Mogambo.
El problema es volver a colgarse las guitarras, encajar
horarios y familias, coger el ritmo. “Siempre fuimos m muy
‘fatigas”, reconocen con sorna en su local de ensayos, “pero
esta vez hemos vuelto con muy buen espíritu, estamos
disfrutando mucho y nos lo tomamos menos a la pelea que
antes”.
El sonido también ha cambiado, como ellos mismos, pero, como
ellos, no mucho. “Hace poco”, recuerda José Duarte, el bajo,
“he estado escuchando un recopilatorio de New Wave [género
musical dentro del rock que nació en 1978 como derivado del
punk rock y evolucionó durante los años 80, proyectándose
como un movimiento musical y estético, según Wikipedia] y yo
creo que seguimos en esa línea, no hemos cambiado demasiado,
aunque somos más mayores y todo cambia, lógicamente”.
Será por la madurez, al grupo no se le ha subido la
resurrección a la cabeza y después de aportar dos temas al
disco ‘Demasiado al Sur’ y de grabar el miniLP ‘Siete Años
Después’ en los años ochenta ahora no se les va la cabeza
por las discográficas.
“Ahora sólo pensamos en salir satisfechos como músicos de la
actuación de esta noche y que el público sienta lo mismo,
tocar y ver el resultado, y si la cosa sigue rodando y
podemos volver a hacerlo y grabar... Ya veremos”, dice
Ángel, que más que temblores siente pellizcos cuando piensa
en la escalera de subida al escenario. “Eso no se pasa
nunca; nos ocurre a nosotros y a los Rolling Stones”.
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