Sant Boi, antes San Baudilio de
Llobregat, es una ciudad catalana del área metropolitana de
Barcelona de 81.300 habitantes. Era el punto de llegada de
cientos de ceutíes que emigraron de la Perla del
Mediterráneo en busca de un porvenir que asegurara su
pervivencia. Eran los años 60 del siglo pasado.
El punto de encuentro, entonces, de los “exiliados” era el
cuartel del Parque y Talleres de Automovilismo, ubicado en
una extensa loma y que disponía de viviendas al lado mismo
del cuartel para aquellos que venían con lo puesto. Con el
tiempo fueron desperdigándose, los ceutíes, por todo el
territorio catalán.
Sant Boi era la residencia del líder austricista de la
Guerra de Secesión española, Rafael Casanova, enterrado en
ella en 1743 y considerado adalid de la catalanidad y cuna
de los hermanos Gasol. En el equipo de fútbol de la
localidad jugué mis primeros partidos en tierras catalanas.
Viene a cuento esta pequeña reseña semi geográfica por
cuanto ocurrió un incidente de bastante gravedad cuando se
levantó aquella tormenta parecida a un huracán y que mató a
cuatro incipinetes beisbolistas, niños con la ilusión de ser
deportistas de élite por bandera.
Uno de esos niños era hijo del hijo de un buen amigo mío.
Cuando murió, 24 de enero, y pocos días después subí al
escenario de la desgracia, el campo de béisbol de Camps
Blancs, y observé una deficiente construcción incapaz de
soportarse a sí misma.
Así lo manifesté en el círculo de amigos y conocidos de Sant
Boi, tanto como en la Casa de Ceuta en Barcelona, con amigos
que viven en esa ciudad. Negaron mis razonamientos sobre la
mala construcción de la instalación que cobijó a los niños
durante el vendaval y que se vino abajo matando a cuatro de
ellos. Afirmaron que era el viento el causante del derrumbe.
No niego que el viento tuviera parte en ese derrumbe, pero
insistí en la mala construcción.
Hoy en día los peritos judiciales han confirmado que la
construcción presentaba defectos e incumplía algunas normas
de seguridad, además de que su infraestructura no soportaba
una fuerte racha de viento al no estar concebida mediante
los pertinentes cálculos arquitectónicos.
El principal fallo de esa estructura fue que el muro de
carga no estaba relleno de hormigón ni se encontraba
entrelazado con el pórtico, aparte de que éste carecía de
pilares empotrados en las fachadas.
¿Por qué será que siempre se oponen a sugerencias certeras
en éste país?, ¿será porque es el país de la crispación?
La entrada de un virus con nombre matemático, que ha sido
más vapuleado de lo que el propio virus vapulea a la gente
con sus infecciones, ha desatado unja tormenta de exageradas
medidas preventivas, muchas de las cuales no tienen nada que
ver con la propagación vírica y sí con el castigo
diplomático: vuelos suspendidos, importaciones prohibidas,
turistas retenidos en sus habitaciones hoteleras con guardia
en la puerta…
Mi opinión es que ese virus, al igual que el del SIDA, es
producto de los manejos de laboratorio. De hurgar en los
genes de un virus de la gripe común hasta transformarlo en
un eficaz agente de destrucción masiva. De tan molecular que
es, no es de extrañar que se fugara de la probeta y se
extendiera por todo el mundo.
No es que haya mala intención en esos manejos víricos, en
busca de remedios contra enfermedades que luego haga
millonario al laboratorio, es pan de cada día, pero como
ello conlleva efectos colaterales que pueden desembocar en
muertes lo mejor es dejar a la naturaleza como está.
Lo raro es que este virus, A/H1N1, sea más mortal y agresivo
en México que en el resto del mundo y lo más raro es que
entre sus síntomas esté la diarrea, no habitual en las
gripes.
Lo malo de todo es que los dirigentes mexicanos justifican
falsamente sus datos, en aras de la imagen institucional,
con lo que engaña a su propio pueblo y ello conlleva que la
hipótesis se aclare en cuanto a que sea el país donde más
agrede nuestro ya conocido A/H1N1.
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