De las verbenas a los grandes escenarios, de los
monólogos al show-man, de espectador a protagonista. Así se
presentó el humorista mallorquín Julio a Secas, clausurando
con risas y carcajadas, el Día de la Madre en la Sala Café
Club. Julio ve en la improvisación, la gestualidad y el
surrealismo, las claves de su éxito aunque considera que los
tiempos cambian al igual que la sensibilidad del auditorio.
Por ello piensa que “el cómico es un crítico que tiene
derecho a decirlo todo en el escenario” pero siempre con
cuidado “y un poco de ojo” dependiendo del público al que se
dirija.
Bajo farolillos y ambiente de fiesta, y con sólo 17 años,
Julio se convirtió en el presentador de las verbenas de las
diversas barriadas de Mallorca. El micrófono y la puesta en
escena comenzaron a estimularlo, y sintiéndose cómodo entre
las risas del público, decidió enfrentarse a su destino y
luchar por un sueño. Un sueño, que a día de hoy, lo ha
convertido en un profesional del humor, y él mismo se
describe como ‘show-man’.
P.- Desde su llegada al Club de la Comedia, ¿tenía claro
qué tipo de humorista quería llegar a ser?
R.- Con el paso del tiempo, y después de moverme por
diferentes ramas, desde animador hasta monologuista, me ha
salido la parte de cómico show-man. Mis espectáculos
arrancan con un monólogo, al que le siguen los chistes y
cierro la sesión con un personaje, desde Camarón hasta
Michael Jackson, pasando por un aparcacoches.
P.- ¿Qué ingredientes caracterizan su repertorio de cara
al público?
R.- Mi humor no es para todos los públicos; a veces tengo
que censurar pero sé que tengo que encajar para llegar al
mayor número de público. Tengo un humor picante, rápido,
atrevido, descarado y sencillo aunque a veces, un poco
surrealista. Ahora he aprendido a no utilizar palabras malas
para llegar a la carcajada.
P.- Los repertorios y comedias representan la vida real
desde otra óptica, ¿evolucionan de forma paralela?
R.- Ahora la cosa está delicada, por ejemplo, vengo a Ceuta
y no sé si será prudente hacer un chiste de marroquíes, o en
Andalucía, de gitanitos, y en Cataluña, aludir a tacaños. Un
cómico creo que es el crítico que tiene derecho a decirlo
todo en el escenario pero siempre con ojo. Hay que saber
reirse de todo y esto es lo que proclamamos los humoristas,
o por lo menos, yo.
P.- ¿En qué escenarios se siente más cómodo o cuales le
gustan más?
R.- Me gustan los escenarios profesionales, elevados a un
metro y medio, con su cortina, su buena iluminación, su
sonido, y cuanto más cerca de la gente, mejor. No es lo
mismo actuar encima de unas cajas y rodeado de ruido.
P.- Conforme va avanzando, ¿qué necesita en sus parodias?
R.- A día de hoy debo cambiar porque llevo cuatro años con
los mismos cinco monólogos. Llega un momento que, si no lo
disfrutas, tienes que parar porque te lo pide el cuerpo.
P.- ¿Dónde encuentra la clave de su repertorio para
despertar la carcajada?
R.- En mi improvisación, mi surrealismo y la forma en la que
cuento las cosas, simplemente eso.
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