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OPINIÓN - JUEVES, 30 DE ABRIL DE 2009

 

OPINIÓN / SNIPER

El linchamiento del General Navarro
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

Según va pasando el tiempo siento una creciente vergüenza de nuestro país, España, que no tiene ya ni la decadencia de respetarse al menos a sí misma. “Castilla, que face a los homes e los desface”, como se escribió allá por los años 1570 en la Crónica del Rey Don Pedro, sigue siendo lema de actualidad extrapolado, cómo no, al conjunto de la Nación española. Viene este introito a propósito del actual linchamiento mediático de un honrado y eficaz servidor del Estado con una excelente Hoja de Servicios, el general de Sanidad Vicente Navarro, a cuenta de su difícil actuación en el doloroso caso del Yak-42 estrellado el 26 de mayo de 2003 en Trebisonda, Turquía, en el que perecieron todos sus ocupantes: 62 militares españoles, 12 miembros de la tripulación ucraniana y un ciudadano bielorruso.

Sin escrúpulos ni el menor respeto a la mínima presunción de inocencia, las editoriales de los principales medios de comunicación y la panda de “opinadores” del estómago agradecido ya han dictado la sentencia de culpabilidad contra este servidor del Estado del que, en la ceremonia de la confusión, dos ciudadanos de otro país traídos forzadamente al juicio por una presunta asociación de víctimas (ni están todas la que son… y son familiares colaterales algunos de los que están) llegaron a decir, mintiendo y con ánimo calumnioso como demostró la defensa del general, que “se le notaba bebido” aunque “estaba entero”. ¡Qué bochorno. Siguiendo las ordenanzas, el general Vicente Navarro aguantó a pie firma tres largos y dolorosos días en Turquía cumpliendo finalmente las órdenes: traer los restos de los cadáveres a casa lo más rápidamente posible. Como lo exigía, ya, la opinión pública. Hombre de honor, el general Navarro asumió errores que no eran suyos asumiendo todas las responsabilidades: exculpando a sus subordinados (no como un antiguo oficial jefe de la Comandancia General de Ceuta que yo me sé) y sin pasar la pelota a sus superiores, parapetándose en el clásico dicho de la “obediencia debida”. Por lo demás, los certificados de defunción por él firmados acreditan únicamente el fallecimiento de los militares, pero para nada dan fe de los féretros en los que realmente se encontraban los restos. Ello es reconocido fehacientemente por dos autos de la Audiencia Nacional, firmado el último por el juez Grande Marlasca, que no apreciaron ningún delito de “falsedad en documento público”, puesto que el general Navarro, insistamos ante el circo mediático, tan solo acreditó la muerte de los militares.

En esta lamentable historia y por inconfesables y mezquinos motivos, de baja estofa política, el que se ha pasado varios pueblos sin ningún rubor es el Fiscal General del Estado desde 2004, Cándido Conde-Pumpido, sin duda obedeciendo órdenes del entorno directo del Presidente Rodríguez Zapatero, incriminando sin pruebas al general Navarro e intentando meterle cinco años en prisión. ¡Qué vergüenza!, ¡qué canallada!; ¡qué oprobio para un general que, en 2003, tan solo cumplió con su deber con lo que por lo demás era un clamor público: traer los cadáveres a casa!. Confiemos con todo en la Justicia; confiemos pues en el sano y buen criterio del juez Gómez Bermúdez: que haga justicia y mande al general Navarro, con dignidad y honor, a donde ahora y por motivos que no vienen al caso debe estar: en casa y con los suyos.
 

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