El lunes pasado, a la altura de
los estudios –rimbombante tratamiento, ¿no?- de Radio
Televisión Ceuta, hallé a Alfonso Conejo. Y, como es
costumbre entre nosotros, nos pusimos a charlar. Y me dijo
que había sido entrevistado por Beatriz Palomo.
Entrevista dedicada, mayormente, a ahondar en la vida del
inquirido.
Lo primero que hice fue alabarle el buen hacer de BP.
Profesional a la que tengo en bastante consideración. Porque
además de hacer muy bien su trabajo parece estar vacunada
contra la afectación. Y, desde luego, le prometí a Alfonso
que le vería ante las cámaras. Y así fue. Aunque mentiría si
no dijera que me perdí algunos minutos de la conversación
que pude ver el martes por la noche.
En principio, y espero que no se me moleste el entrevistado,
debo decirle que viendo las fotografías exhibidas en la
televisión, no tengo más remedio que destacar lo mucho que
ha mejorado su físico con el paso de los años. Le ha
ocurrido a Alfonso lo que les sucede a los buenos vinos: que
con el transcurrir del tiempo se enriquecen en todos los
sentidos.
Beatriz Palomo dirige el interrogatorio con cadencia. Aporta
calma a la situación y lleva embebido al entrevistado en la
muleta de la tranquilidad. Lo serena. Le deja pensar y no
comete el error de acelerarle ni enervarle. Lo de enervar en
su justa acepción: la de que la persona no decaiga ni pierda
el ánimo de responder por aplatanamiento. En suma: que no
bostece o se duerma.
Por tal motivo, Alfonso Conejo conectó muy pronto con la
entrevistadora. Y respondió como en él es habitual; es
decir, con mesura, con esa moderación tan suya, y tocado
ligeramente por la emoción que a todos nos produce el hecho
de tener que mirar hacia atrás.
Porque esas entrevistas que hace Beatriz son balsámicas,
lenitivas, analgésicas... No hacen daño ni a los ojos ni a
los oídos. Puesto que el contenido mantiene a raya los odios
y rencores, envidias e iras. De ahí que el entrevistado lo
analice todo bajo el lema de que todo “er mundo es güeno”.
Porque quien conduce el programa se encarga de crear ese
ambiente.
Alfonso tuvo tiempo de todo: de contarnos pasajes de su
niñez. De su adolescencia y de su trayectoria política. Nos
habló de las bondades de don Manuel Fraga; de
Álvarez Casco; de José María Aznar; de Arias
Cañete, etcétera. Y, naturalmente, se deshizo en elogios
para Jesús Fortes y Juan Vivas. Amén de
declararse del PP, por encima de personalismos.
Pues bien, la entrevista transcurría plácida e interesante.
Mucho más, supongo, para cuantos le tenemos ley a Conejo.
Todo iba sobre ruedas. Pero... ay: los peros son obras del
diablo. El cual puso en las manos de Beatriz una fotografía
donde aparece Fortes rodeado por los miembros de su gobierno
que fue censurado por el GIL, por la decisiva intervención
de Susana Bermúdez. Y esa fotografía hizo que Alfonso
diera su parecer de lo ocurrido. Dijo que los ‘gilistas’
vinieron a esquilmar la ciudad. De modo que cuando llegó el
primer gobierno de Vivas se encontró con hechos
denunciables. Que no se airearon para no entorpecer lo mucho
que había que hacer. Y además defendió a los ‘gilistas’
nacidos aquí; porque, según él, participaron engañados. De
haberse estado rodando una película, el director habría
gritado: “¡Corten, coño!”.
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