De un tiempo a esta parte, como ya
habrán advertido los perspicaces lectores, me he ido
convirtiendo en notario de lo que oigo y veo. Y que salga el
Sol por Antequera. Si hace unos días intenté reflejar,
comentándola, la postura oficiosa marroquí avanzada por
Mohamed Cherkaoui, apoyada en España por, entre otros, Jordi
Pujol, Gustavo de Arístegui y el sociólogo Salvador Giner
(lo que para unos me valió el apelativo de filomarroquí),
más adelante presté esta columna a las tesis de una
asociación soriana de apoyo al independentismo saharaui, que
a mis amigos de Rabat seguramente no debió de hacerles mucha
gracia. Pero en el fiel de la balanza radica la
independencia y a estas alturas el presente escribano, a lo
Beltrán Duguesclin, ni quita ni pone rey aunque -ahí laten
los colores rojigualdas de la bandera- ayuda faltaría más a
su señor. Presumo de dialogante pero mantengo vivas mis
raíces porque, quien las olvida o renuncia a ellas, es como
un árbol carcomido a merced del viento.
Ayer por la mañana me hacían llegar unos extractos de la
entrevista que J. Morán realizaba al diplomático Amaro
González de Mesa, natural de Oviedo y que era publicada el
pasado martes en el diario asturiano “La Nueva España”.
Actor y testigo en 1975 desde su puesto de segundo jefe de
la embajada española en Rabat, tras su titular Adolfo Martín
Gamero, el diplomático asturiano recuerda los permanentes
momentos de tensión “por todo”, aunque destacando lo obvio:
“el problema de fondo era el Sáhara”. Y sigue: “Cuando
España empezó a plantear la autonomía Marruecos dijo que ni
hablar, que después vendría el Estado libre asociado y
después la independencia y que por ahí no pasaban”. Especial
interés reviste el siguiente punto: “Y nos montaron la
Marcha Verde (…)”. El embajador (Gamero) replicó al ministro
Mohamed Benhima: “·¿Pero usted se da cuenta de lo que es
esto?; nuestro Ejército no puede retroceder porque vengan
mujeres, niños, hombres, cantando y leyendo el Corán. Puede
haber una desgracia”. “Y recuerdo –dice ahora González de
Mesa- la respuesta de Benhima: “Sa Majesté a déjà 30.000
marocains rayés”. Traduzcamos: “Su Majestad el Rey ya tiene
borrados 30.000 marroquíes”. Reflexiona González de Mesa:
“Es decir, que los daba por muertos”. Y una perla para
acabar: “Entonces (dado que, maticemos, Hassán II se negó a
volar a Madrid) fue Antonio Carro, vicepresidente del
Gobierno, a Agadir y allí se negociaron los acuerdos: la
cesión de la administración del Sáhara a Marruecos y a
Mauritania y que la soberanía se vería después. Y hasta
hoy”. Mejor resumido imposible.
Es curioso lo que afirma González de Mesa sobre “borrar
30.000 marroquíes” cuando, años más tarde y preguntado sobre
la cuestión, Hassán II alardeaba afirmando que “yo sabía que
el Ejército español nunca dispararía sobre mujeres y niños”.
En cualquier caso, cínica y excelente utilización táctica de
la población civil como “escudo humano”. Muy “valiente”
sobre todo. ¿Hará lo mismo Marruecos, en su momento y si lo
considera oportuno, sobre Ceuta y Melilla…?. En todo caso ya
se ve el valor que, para algunos, tiene la vida humana. Con
estos parámetros, supongo que cuando el barco se hunda los
primeros en abandonarlo serán los hombres… Los “aparatchik”
en vanguardia. ¿No les parece?.
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