Grandes pensadores del siglo XIX tales como Marx, Weber,
Comte, Spencer, Durkheim, Tonnis, pronosticaron un rápido
declive y desaparición de la familia en el panorama
histórico. Comprobaron que después de la Revolución
Industrial, muchas de las funciones de la familia
tradicional fueron asumidas por otras instituciones. Así, la
función económica fue absorbida por fábricas y empresas; la
educativa por un sistema de escolaridad; la recreativa pasó
a las salas y estadios, la sanitaria a hospitales y asilos;
la religiosa a iglesias y sinagogas…. La familia estaba
despotenciándose, y toda institución que pierde sus
funciones, deja de ser útil y termina desapareciendo.
Pero en 1930, el sociólogo americano Willian Ogburn,
comprobó que lejos de aquellos augurios, la institución
familiar estaba muy viva y constató que la actual familia se
había especializado en gratificar necesidades psicológicas
de niños y adultos, cumpliendo la importante misión social
de refugio psicológico y motivación social que solo puede
otorgarles aquella comunidad que, como la familia, garantice
una respuesta a la personalización global del individuo, una
capacidad de comunicación en profundidad con garantías
totales de respeto y confidencialidad, y unas relaciones
placenteras por sí mismas.
Y es que la familia a lo largo de la Historia ha sabido
adaptarse a todos los cambios sociales, manteniéndose
siempre útil para resolver problemas fundamentales del ser
humano. En la actualidad realiza, entre otras,
imprescindibles funciones sociológicas y psicológicas. Entre
las primeras, la de reproducción o conservación de la
especie, y la de identificación social de las personas. De
las segundas cabe destacar la de socialización primaria,
esto es, la preparación para vivir en comunidad, y la
afectiva que permite la estabilización emocional de niños y
mayores.
Por estos motivos y otros de los que quizás tengamos ocasión
de hablar otro día, la familia es hoy la institución más
valorada en España por jóvenes y mayores; por científicos y
por organismos supranacionales.
Sin embargo, a pesar del bien que para la sociedad resulta
la familia, y su general aceptación en todo el mundo, los
herederos intelectuales de aquellas teorías del siglo XIX,
los autodenominados pomposamente progresistas, tratan de
menospreciar la institución familiar suprimiendo todo
aquello que le permita subsistir, agrediendo sus sólidos
fundamentos, y devaluándola al considerar matrimonio, origen
primario de toda familia, a cualquier forma de unión y
convivencia personal.
¡Qué se apuestan que también esta vez se equivocan!
* Orientador Familiar
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