Volviendo al hilo del pasado
domingo en que nos hacíamos eco del 150 aniversario de la
Guerra de África, puede que sea útil pararnos un poco en los
tópicos nacionales al uso, rayanos en lo mitológico, tanto
en España como en el vecino Marruecos. Sin inventarnos nada
(para eso están los políticos metiéndose a historiadores),
¿es cierto que Ceuta nunca fue de Marruecos…?. La Ceuta
histórica, es decir la Península de Almina y el monte Hacho,
ciertamente nunca perteneció al Reino de Marruecos como tal;
pero… ¿y el resto, léase del Foso y las Puertas del Campo
para allá?. Esa ya es harina de otro costal aunque, sin duda
y mediante tratado, el terreno anexo a la Ceuta histórica es
español desde tan solo 1860. ¿Entonces, de quién era
antes…?. Más “Bled siba” que “Bled Makzhén”, pertenecía a la
cabila de Anyera que obedecía, más nominalmente que otra
cosa, al Sultán, si bien la diplomacia española (y a las
pruebas me remito) entendía que éste ejercía su soberanía.
¿A cuento de qué viene esto…? Buceando en el 150 aniversario
de la Guerra de África nos encontramos con algunas
sorpresas: primero, podemos entender la misma (por
iniciativa española) como un ejemplo de “guerra preventiva”
y me explico. Conociendo las autoridades militares lo
indefendible de la Plaza sin controlar las alturas
circundantes (fundamentalmente la del Otero), a la vez que
el afán de revancha del príncipe marroquí derrotado por el
ejército francés en la batalla de Isly y Sultán desde agosto
de 1859 con el nombre de Mohamed IV, aconsejaron a la
diplomacia española solicitar de la marroquí una ampliación
de la extensión territorial de Ceuta. De hecho ya en 1844 y
por intermedio del Consulado inglés de Tánger, España se
había posesionado precariamente (tan solo con derecho a uso)
de una zona pastoreada por la cabila de Anyera, aun sin
alcanzar los famosos Llanos del Serrallo donde se alzaban
las ruinas de una alcazaba.
¿El incidente de la noche del 10 de agosto de 1859, con la
destrucción por los cabileños de Anyera de un cuerpo de
guardia en construcción y el escudo de España…?. Pues muy a
propósito, pero sin base para justificar una declaración de
guerra. El mismo Cónsul General de España, Juan Blanco,
llega a terciar dirigiéndose telegráficamente al gobierno
recriminando los “propósitos belicosos” del Comandante
General de Ceuta, que podían enturbiar las negociaciones en
curso sobre los límites de Melilla y rogándole “suspenda las
obras en la parte exterior del campo del moro”, es decir,
reconociendo expresamente la ausencia de soberanía española
sobre dichas tierras, en legítima posesión de nuestro país
tan solo tras la firma del Tratado correspondiente
finalizada la guerra en 1860. ¿Guerra impuesta a Marruecos?.
Sin duda. Más aun: los días 22, 23 y 30 de agosto de 1859,
las tropas españolas invaden territorio marroquí utilizando
la artillería y cargando a la bayoneta, a fin de neutralizar
y dispersar ataques a cargo de la cabila de Anyera. En la
Península, un hábil militar de fino olfato político,
O´Donnell, cazó la ocasión al vuelo… ¿Provocó España los
incidentes?. No diría eso pero el sorprendente hecho es que,
ya en la primavera de 1859 y antes de desencadenarse los
mismos, un Real Decreto llamaba a filas a 35.000 reclutas…
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