Pasaban unos minutos de las 12.00 horas de la mañana cuando
al cementerio de Santa Catalina llegó ayer una furgoneta con
dos ataúdes. En el interior yacían los restos de dos
personas, de los dos últimos inmigrantes que han muerto
intentando cruzar el Estrecho de Gibraltar y que aún no han
sido identificados. Los cuerpos fueron rescatados el pasado
jueves por la Salvamar El Puntal después de que una
embarcación de recreo los avistase cerca de la costa
vestidos con un chaleco salvavidas. De esta forma el
cementerio acoge desde ayer a dos nuevas personas anónimas
que perdieron su vida por llegar a Europa.
“Desgraciadamente varias semanas después volvemos a estar
aquí”. Con estas palabras el vicario Francisco Correro Tocón
recordó el último entierro de una persona que murió al
intentar cruzar una frontera. Fue hace varias semanas cuando
un joven perdió la vida al saltar la valla que separa Ceuta
y Marruecos. Protagonistas distintos en diferentes lugares
pero con el mismo objetivo y el mismo final.
En la despedida de ayer se les ofreció un sencillo adiós en
el que las palabras que se pronunciaban decían tanto como
los silencios que se se veían amenazados por el viento que
seguía agitando la ropa de los presentes y las flores de las
tumbas que ‘recuerdan’ a las personas que están enterradas.
Un acto religioso que dirigió una vez más Correro y que
contó con la presencia de un puñado de personas y de un
testigo incómodo, el fenómeno “que probablemente les debió
de coger cuando intentaban cruzar el Estrecho”, tal y como
pronunció el vicario haciendo referencia al viento. Unas
palabras de despedida que sirvieron como antesala a que los
trabajadores del campo santo recogiesen los ataúdes que
estaban depositados en el suelo y los alzasen hasta los dos
nichos sin nombre que ‘esperaban’ para acoger a los dos
inmigrantes que tuvieron “una muerte injusta y dolorosa” a
la que “nunca nos acostumbraremos”, tal y como señaló
Correro durante el acto.
Un cuarto de hora después de que comenzase el oficio, los
asistentes ponían el punto y final al acto cuando veían cómo
se colocaban las dos baldosas de mármol que cerraban los
huecos de los nichos en los que descansan los dos
inmigrantes que perecieron en aguas del Estrecho intentando
hacer realidad un sueño.
|