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OPINIÓN - VIERNES, 24 DE ABRIL DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

La candidatura de ‘La Shica’
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Ella no se harta de decir que hubo una noche, de hace ya casi cuatro años, en la que cambió su vida. Así se lo confesaba en ‘El Diario El Mundo’ a Pablo Gil, no ha mucho tiempo. Era una bailaora flamenca que había actuado ya tantas veces durante tantos años y que estaba a punto de explotar de rabia y cansancio.

Elsa Rovayo había llegado a la conclusión, después de muchas cavilaciones, que si seguía haciendo lo mismo sus actuaciones terminarían por convertirse en acciones rutinarias, que acabarían por producirle no sólo cansancio físico sino también psíquico. Ya que los buenos profesionales son conscientes de que el estancamiento conduce irremisiblemente a carecer de pasión por cuanto se hace.

La cosa venía de atrás. Y me imagino, basándome en esas declaraciones suyas, que muchas veces Elsa se habría preguntado, antes de salir a los escenarios de las salas madrileñas: ¿qué coño pinto yo aquí una vez más repitiendo movimientos mecanizados desde hace ya la tira de tiempo!

Y esa situación, repetida ya hasta la saciedad, seguramente la estaba dañando cada vez más y le proporcionaba a ‘La Shica’ la oportunidad de llorar a escondidas cada dos por tres. Pese a que en sus interiores tengo la certeza de que bullían sin cesar sus inquietudes renovadoras para evitar su deslizamiento por la pendiente del abridero de boca y la conformidad.

En esos momentos, cruciales en la vida de cualquier artista o profesional de otro menester, donde no cabe dejarse llevar por la inercia ni por el desánimo ni ponerse a desbarrar contra la mala suerte, lo más conveniente es tomar una decisión que vaya acompañada con las aptitudes que uno tenga para desempeñar otra función. Pero quien no haya pasado por ese trance nunca sabrá lo complicado que es dar ese paso adelante.

Y ello, por lo que nos ha venido contando ‘La Shica’, sucedió en el pequeño escenario de la Lupe de Chueca, cuando le dijo a su guitarrista: “También voy a cantar”. Y él, incrédulo, preguntó: “¿El qué?”. “Pues lo que sea”. Y lo que sea se convirtió en ese cambio que ella necesitaba como el respirar. Ese cambio que nació en una noche donde Elsa tuvo que armarse de mucho valor para jugárselo todo a una carta. La carta de la improvisación. Y en el escenario de la Lupe de Chueca recibió ella los primeros aplausos dedicados a otra mujer. Una mujer que había decido romper con un pasado sometido a una dedicación que ya no le aportaba los estímulos convenientes para ser feliz. Benditos sean, pues, incluso los dos whiskies que hicieron posible que Elsa saliera al escenario con el mismo temperamento que su admirada Lola Flores para cautivar al público.

Pues bien, el que yo vuelva a dedicarle este espacio a la artista ceutí, no es debido a los numerosos éxitos que ha conseguido desde entonces, sino a que he leído que el PSOE la ha propuesto como candidata a que se le conceda la Medalla de la Autonomía. Y me parece una propuesta tan justa cual atinada.

Pero no porque ‘La Shica’, que también, resalte durante sus actuaciones, nacionales y extranjeras, su ceutismo. Sino porque merece ser premiada como ejemplo de quien metida en el siempre terrible berenjenal de tener que cambiar su vida artística, le echó lo que hay que echarle: valor a raudales para triunfar rotundamente.
 

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