Hay diferencia en ser gracioso y
dárselas de gracioso sin serlo. El gracioso es el personaje
que tiene su aquel y que te hace reír con sus ocurrencias,
mientas el que quiere dársela de gracioso, es ese personaje
que con tal de hacerle la pelota al político de turno, se
dedica a hacer el ridículo para que este y sus acompañantes
se lo pasen bien a su costa. ¡Pobre hombre!.
Aunque algunos de ustedes lo pueda dudar, esta clase de
“graciosos” o sea los que hacen el ridículo para
divertimiento del político de turno, existen y en gran
abundancia. Los he visto con estos pedazos de ojos que se
han de comer los asquerosos de los gusanos.
No pertenezco a ninguno de los dos bandos, ni soy gracioso
ni trato de dármelas de gracioso. Ninguna de las dos formas
entra dentro de mi manera de ser o entender la vida. Por
supuesto, mucho menos hacer el ridículo, dándomela de
gracioso para que se divierta el político o politiquillo de
turno. Bueno, esto último, es que no me lo perdonaría en mi
vida.
No soy ningún humorista sólo trato, por todos los medios a
mi alcance escribir con algo del sentido del humor, para
hacer a mis lectores la vida más agradable, que bastantes
penas tenemos en la vida para no tratar de endulzarla un
poco.
Mi forma de ser o mi personalidad están bastante alejadas de
aquel otro yo, aun siendo el mismo, que se sube a un
escenario a presentar un espectáculo o realizar un programa
de televisión. Es otro yo, que como bien dijo un gran
maestro del espectáculo, cuando me subo a un escenario me
transformo en otra persona.
Y llevaba toda la razón, al hacer ese comentario sobre mi
persona, pues en cuanto me bajo del “madero” o se acaba el
programa de la tele que estoy presentado vuelvo a ser ese
otro yo, un hombre serio que sólo tira del humor, en caso de
que lo tenga, cuando estoy a gusto con mis amigos.
Se, positivamente, que algunos me tachan de serio y
antipático, cosa que asumo perfectamente y que, por
supuesto, no me molesta lo más mínimo que se tenga ese
concepto de mi persona porque, precisamente, ese concepto es
el que se tenía de Álvaro de la Iglesia o Tono, dos genios
del humor, a los que desde luego no le llego ni a la suela
de los zapatos.
Ninguno de los dos genios del humor, a los que añadiría una
lista interminable de humoristas amigos míos pertenecientes
al mundo del espectáculo que se hayan caracterizados por ir
contando chistes por las calles haciéndose los graciosos.
Todo lo contrario, son personas serias que sólo tiran del
humor a la hora de escribir, caso de Álvaro de la Iglesia o
Tono y todos esos amigos humoristas cuando tienen que actuar
encima de un escenario.
Claro que ninguno de ellos, tantos los escritores de humor
como los humoristas, han tenido que dárselas de “graciosos”
para hacer reír fuera de sus artículos, novelas o escenario,
haciendo el ridículo para divertir a ningún político o
politiquillo de medio pelo.
Lo dijo el maestro Tono: “el humor es cosa seria, y los que
nos dedicamos a él”, somos gente seria. Adiós, tú.
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