Me levanto con un fuerte dolor de
cabeza producido, entre otras cosas, por los constantes
cambios climáticos y por las nuevas tendencias de los
responsables de la educación de mi hijo.
Que obliguen a un niño de seis años a llevar al colegio
cosas casi imposibles de encontrar ya es el colmo del
despelote educacional. Ahora le toca llevar un volcán en
miniatura y así se ha pasado dos días enteros insistiendo en
el tema. No he tenido más remedio que construir una
miniatura de volcán, a escala 1:100, con la correspondiente
lava surcando laderas abajo hasta desembocar en un laguito
de aguas cristalinas. Lo que no he conseguido hacer es crear
nubes y fuegos. Eso se lo dejo a Rouco Valera con el ruego
de que suelte un rayo que fulmine esa clase de peticiones
por parte de los maestros.
En mis tiempos escolares lo que nos mandaban eran problemas
matemáticos y repasos geográficos… sobre papel escrito y
poco más.
Bueno, las declaraciones del presidente de la Inquisición
española, actual Comisión Episcopal para la Doctrina de la
Fe, muestra una clara tendencia que configura un preludio
que trata de reducir la democracia a un mecanismo empírico
de regulación de intereses creados.
Su postura contra el aborto y contra la Educación para la
Ciudadanía implica que desea, con toda la mala leche,
reducir la democracia hasta el punto de convertirla en una
palabra vacía,
Con esas declaraciones del continuador de San Agustín, que
aprobó sin reservas la acción de la Iglesia contra los
herejes, allá por el siglo IV cuando convierten el
cristianismo en religión estatal y se ratificó en el año
1184 mediante la bula del papa Lucío III “Ad abolendam”, se
coloca en la misma peana que el presidente de Irán, Mahmud
Ahmadineyad, éste asesorado o mandado por Alí Jamenei.
El plantón de los asistentes occidentales a la Conferencia
Mundial sobre el Racismo de la ONU no es otra cosa que el
preludio de futuras actuaciones políticas a escala mundial
que sólo traerán inquietudes al resto de la humanidad.
Aunque no estoy de acuerdo con la política iraní, ni mucho
menos con las azoras de su imán, no puedo obviar que las
palabras del líder político iraní son verdades como puñales
porque reflejan la auténtica actualidad de una zona
conflictiva de nuestro viejo planeta.
Siempre he entendido que la fuga de asistentes a un evento
oficial, sea cual fuere, por disconformidad con las palabras
del orador de turno es, simple y llanamente, una acto de
cobardía y de flojera mental al verse incapacitado, el que
huye, para darle una réplica contundente, serena y acertada.
Un recurso muy utilizado por los débiles y por los “cabeza
cuadrada”. Como cuando se deciden por hacer uso de los
insultos y las descalificaciones, armas de los cobardes o de
los carentes de respuestas acertadas, claras y convergentes.
En política internacional no soy quién para dar consejos,
solo opino, pero en cuestiones religiosas, sugeriría a
nuestro Inquisidor principal que meditara mucho sobre su
alejamiento de lo religiosamente correcto y se dedicara de
lleno a fomentar el concepto del que se supone es
representante.
Le sugeriría que regrese a aquel entorno social, donde
ofrecían un bagaje cultural nada despreciable para conocer
el arte y la tradición judeo-cristiana, para que los
ciudadanos no perdamos detalles cristianos que formaban
parte del lenguaje popular y no insista en ahuyentar los
últimos atisbos de reminiscencias religiosas de nuestro paso
al laicismo. Son necesarias para evitar el aturullamiento de
los jóvenes, de hoy en día, cuando acuden a una iglesia y no
saber lo importante que es no venderse un plato de lentejas.
No es bueno que la mano de Dios se dedique a derribar
Gobiernos, con soplos etéreos de golpes de Estado, y tampoco
es bueno que, los que se autodenominan representantes del
ser supremo, mantengan en lo más recóndito de su cerebro el
odio hacía la izquierda por hechos ocurridos en un período
negro de la historia de nuestro país.
Toca retractarse y reconocer que la democracia es mucho más
que un simple intento de abortar.
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