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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 22 DE ABRIL DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

José Antonio Rodríguez
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Es alto. Aunque debería perder algunos quilos. Así que se le ve venir de lejos. Camina despacio. Con mirada al frente y revestido del mejor humor incluso cuando se le acumulan los problemas. Jamás se le ha ocurrido pavonearse de sus aciertos ni de nada. Es conocedor de sus limitaciones y procura por todos los medios aprender de quienes pueden enseñarle lo más mínimo.

José Antonio Rodríguez no está licenciado en nada. Aunque su carrera comenzó en la calle cuando todavía era barbilampiño. Imagínense pues la cantidad de años que lleva especializándose en la rúe para conocer cada vez mejor a los demás. Y ha llegado a un punto, dada su calvicie, en el cual ya no le queda un pelo de tonto. Y él lo sabe.

Pero también sabe Rodríguez que en su caso lo mejor es no caer en las redes del finchamiento. Que debe olvidarse de cualquier tentación de engreimiento. Y, sobre todo, hace todo lo posible para domeñar la fiereza de los envidiosos. Las acometidas de quienes bisbisean cada dos por tres que siendo quien es ocupa un cargo de suma importancia. De modo que trata de pasar inadvertido.

Cuando era viceconsejero de Turismo, nunca propaló que fuera a meterse en proyectos faraónicos. Hubiera sido un error. Porque a nadie se le escapa que el turismo en esta ciudad viene dando barquinazos desde hace muchos años. Y decidió, con buen criterio, que lo mejor era mantener muy buenas relaciones con los pueblos blancos de Andalucía.

Durante el tiempo que estuvo al frente de la viceconsejería de Turismo ni osó ir más allá de sus posibilidades ni tampoco puso a la ciudad en compromisos que no podían hacerse realidad. Y, desde luego, no se le ocurrió viajar a la Argentina, Cuba, Colombia, etcétera, a la búsqueda de turistas con deseos de venir a Ceuta para gastar dinero.

Por más que estuviera lampando por recrearse en los antifonarios de las cubanas tan celebradas por Antonio Sampietro. Experto en la materia. Y que, durante su paso por Ceuta, hizo proselitismo de esos traseros que vieron tan de cerca algunos diputados de la época ‘gilista’. Porque casi todos se dieron su paseo por el malecón cubano y se pusieron de mojitos y daiquiris hasta el culo.

A lo que iba -que si no me pierdo dando los nombres de cuantos se gastaron mucho dinero de los contribuyentes en correrías por esa “Habana que es Cádiz con más negritos”-: que a José Antonio Rodríguez, ahora se van a cumplir dos años, le endilgaron un regalo envenenado. Lo hicieron consejero de Gobernación. Y los augures hablaron de que su paso por esa consejería, complicada y difícil, iba a ser tan efímero como tormentoso.

Y a fe que hubo momentos en los cuales parecía que Rodríguez podría venirse abajo y hasta salir corriendo de su despacho y no verle nunca más la cara a Ángel Gómez. Aunque pronto se recuperó. Y hete aquí, por más que él diga que no deja de tocar madera cada día, que con sus métodos, tan simples como humanos, ha conseguido que se diga de él que tiene propiedades curativas. Puesto que en la institución las bajas por enfermedad han descendido a paso de legionario. Un logro de muchísima importancia. Sí, ya sé que le quedan otros dos años... Mas que le quiten lo bailado a este hombre que sólo es licenciado por saber transitar las calles de su tierra.
 

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