Que la iniciativa privada, es
decir, que la creación de empresas genera puestos de trabajo
y dinamiza la economía de una zona es una realidad
manifiesta palpable y una máxima recurrente en tiempos de
crisis. El presidente Vivas, en su discurso ayer, durante el
acto inaugural del vivero de empresas creado por la Cámara
de Comercio abogó por la empresa privada, por las ayudas,
por la colaboración y por el apoyo hacia estas iniciativas
emprendedoras capaz de fortalecer un tejido productivo
alrededor de ellas que redunda en estabilidad económica y en
crecimiento, en último caso. El paro crece de forma
exponencial, a pasos agigantados.
La inversión pública puntual para afrontar los retos de la
debacle económica sustancian parte de la caída y ayudan
coyunturalmente a evitar la catástrofe, pero esas
inversiones acaban, tienen punto final, son sólo paños
calientes ante una enfermedad cuya cura proviene, siempre ha
sido así, de la fortaleza de la pequeña y me diana empresa
(ahora muy dañada y hasta cierto punto desprotegida). Con la
inauguración del nuevo vivero de la Cámara, este es
industrial, los mensajes positivos y los parabienes se
suceden de lado a lado con facilidad, pero lo cierto es que
la lidia diaria frente a la crisis debe contener máximas de
apoyo, respaldo veraz, real y tangible a las iniciativas de
corte privado que se interesan verdaderamente por las
potencialidades de una Ceuta que proclama a los cuatro
vientos sus beneficios pero que no logra lo fundamental, el
desembarco de grandes inversiones pese a que no pocas están
a las puertas llamando con interés manifiesto. Sí a la
inversión pública, sí también al coyuntural trabajo no
productivo capitaneados por las administraciones [como modo
de paliar a la corta el drama del paro], pero un sí rotundo
a la iniciativa empresarial privada como único medio de
consolidar la economía, frenar el paro y aportar
productividad a una ciudad que necesita de un impulso más
allá del que aportan las administraciones públicas.
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