Los papeles cambiados. Antes, los
que recibían los castigos eran los alumnos, con el
“consentimiento” de los padres. Durante muchos años, los
maestros se erigían en “mantenedores” del orden, utilizando
todo tipo de recursos, pero en especial las clásicas
“palmetas”, que eran los propios alumnos los que les ponían
curiosos nombres. Incluso, en algunas ocasiones, las
aportaban ellos. Así, se modificaban conductas, o se
mejoraban rendimientos escolares. Ahora, los que reciben los
castigos, los maestros, en ocasiones con el mismo “
consejero “ de siempre: los padres.
Según diferentes informes, un 13 % del profesorado confiesa
haber sido objeto de algún tipo de violencia; en un 20 % el
porcentaje de los docentes en situación de baja médica y en
un 73 % los que sufren insultos o amenazas… ¡Si no me
apruebas, te voy a rajar! ¡En la calle te espero con mis
colegas! ¡Ya te enterarás cuando venga mi padre a
visitarte!... Estos son algunos de los ejemplos de las
amenazas de los alumnos hacia sus profesores.
La violencia contra los docentes es más acusada en la ESO,
que pese a los avances registrados, se “sienten solos ante
el peligro“. La disciplina, las faltas de respeto y hasta
las agresiones físicas, tanto de los alumnos como de los
padres, son habituales y constituyen un obstáculo a veces
insalvable en su quehacer diario en las aulas.
Los colegios públicos son los más conflictivos, aunque en
los últimos años los privados y concertados comienzan a
padecer los efectos de las conductas agresivas, que se
traducen en violencia verbal y también físicas.
Los docentes también se quejan de “acoso laboral “ . Un
porcentaje significativo asegura sufrir este tipo de acoso a
lo largo de todo el curso, y señala a los compañeros, jefes
de departamentos y cargos directivos, con lo que se
convierten de víctimas a agresores, y hasta son
expedientados.
El Defensor del Profesor, un servicio telefónico gratuito y
permanente, es como una tabla de salvación para el
profesorado, que vive en situación comprometida
(indisciplina, faltas de respeto, agresiones físicas y
verbales…)
Es importante destacar que este servicio telefónico,
conocido como “el teléfono de la esperanza”, recibió el
curso pasado 3.500 llamadas, la mitad de ellas de profesores
que trabajan en la ESO; aunque se ha detectado un 34% de
socorros de maestros de Primaria. Sorprendente que en este
nivel, los conflictos proceden de los padres que, en un afán
desmedido e ilógico de protección hacia sus hijos, someten a
los docentes a situaciones de acoso, insultos, amenazas,
denuncias y, en casos extremos, de agresiones.
Llama la atención -seguimos con el “teléfono de la
esperanza”– que el 40 % de las llamadas que transmiten las
dificultades del profesor para dar clases ¡sienten miedo de
entrar en el aula ¡. Los problemas se centran en la falta de
atención, de interés, esfuerzo nulo o ausencia de objetivos
claros para el estudio y en la vida de los alumnos. Y el
docente no puede exigir porque falta cultura del esfuerzo y
la autoridad del docente no reconocida.
Para controlar todos estos desmanes, en general, en los
centros se actúa así: los alumnos infractores son enviados a
la Jefatura de Estudios -primer gran error, ya que se anula
totalmente la autoridad del profesor- donde se registra el
motivo de la falta, y por cada “envío” se le extiende un
parte. Tres partes contabilizan una falta grave. Cuando se
tratan de faltas graves, automáticamente actúa el Consejo
Escolar, donde se le aplica la sanción correspondiente,
previo estudio del caso por el Instructor nombrado al
efecto. Casi siempre la sanción lleva consigo la expulsión
del centro -interrupción de la escolaridad- por un número
determinado de días. El tutor correspondiente se encargará
que el alumno sancionado no pierda el contacto con las
actividades escolares programadas durante su ausencia.
Los distintos tipos de agresiones físicas al profesor, como
empujarle, darle patadas, escupirle, tirarles piedras
(tizas), agarrarle por el cuello o rodearle en la calle con
un grupo de amigos para intimidarle, supone una degradación,
no ya física, sino moral, incalculable.
Y, como no podía ser de otra manera, las nuevas tecnologías
han introducido inéditas formas de agresión. Como en los
casos de los alumnos, los docentes se ven involucrados en
estos hechos, y sin quererlo aparecen en chats, blogs,
foros..
Es necesario conocer cuál es la actitud de los padres ante
el comportamiento problemático de los hijos. Las quejas de
los profesores reflejan que los conflictos se ven reforzados
cuando los padres les apoyan incondicionalmente y sin
indagar lo que ha sucedido, sin contrastar la versión del
hijo con la del profesor. Los padres no admiten que al niño
se le ponga límites y a su vez creen cualquier versión
falseada que les den sus hijos.
Hace tres años, se dio a conocer la agresión sufrida por un
profesor, que fue recogido en una calle de Valencia, con un
traumatismo craneoencefálico grave y múltiples lesiones
internas, que le hicieron entrar en coma.
El presunto autor fue un alumno de su centro, que la víctima
había instruido un expediente disciplinario. Fue expulsado
durante unos días, al parecer por jugar con un balón en
clase. Como consecuencia de las heridas sufridas, el docente
falleció.
Una situación extrema y puntual, así fue justificada por las
autoridades educativas la agresión y muerte del profesor.
Afortunadamente, las situaciones sufridas por ese gran
porcentaje de docentes agredidos, no han tenido ese triste
final.
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