Para quien escribe nada de lo que
pase en la ciudad debe escapar a su curiosidad. Pero el
Consejo de la Juventud es un organismo que nunca despertó en
mí la menor atención. Y no me pregunten al respecto porque
no sabría decir por qué causa o razón.
La realidad es que jamás he tenido el menor contacto con sus
directivos y mucho menos con Mariam Mohamed. Quien
hasta hace nada era una presidenta que debía gozar de
prestigio y respeto suficientes. Ya que manejaba los dineros
del máximo organismo representativo de los jóvenes ceutíes,
según cuentan, con total y absoluta libertad.
Y esa libertad excesiva no deja de ser, por carecer de
fiscalización y por mucha independencia que se le haya
otorgado al CJCE, un fallo que debe asumir alguien. Pues de
haber existido ese control, seguramente ahora no habría que
asistir a las denuncias encarnizadas que se están haciendo
de Mariam Mohamed. Ya que evitando la tentación, nadie está
libre de ella, y menos una mujer joven y deseosa de vivir,
se hubiera impedido el que ésta sea motivo de escándalo
diario.
Pero ese desliz, dejando toda la responsabilidad del manejo
de los dineros en las manos de la presidenta del CJCE, no
debe pasarse por alto. Y no vale alegar que ese organismo
estaba exento de control, debido a la confianza que se tenía
en sus dirigentes. Y tampoco llego a creerme que nadie, caso
de ser cierto lo que nos vienen contando, supiera nada de la
mala gestión económica que estaba realizando la presidenta
de la cosa.
Vivimos en una ciudad pequeña, donde todo se analiza
minuciosamente. Y, por tanto, me cuesta trabajo creer que si
es verdad que Mariam Mohamed gustaba de comprar prendas por
encima de sus posibilidades, o de hacer ostentaciones de
pasta cuando barzoneaba con sus amigos, no hubiera levantado
las sospechas lógicas para poder abortar su presunta
apropiación de dineros pertenecientes a la caja del
organismo que presidía. Hecho que hubiese evitado lo que ha
sucedido después.
El que los medios no cesen de pasear en el carro de la
ignominia a una mujer joven que, por mucha capacidad de
aguante que tenga, es imposible que no esté sufriendo lo
indecible. Me imagino a Mariam Mohamed levantándose cada
mañana sabiendo que los de la prensa le seguirán atizándole
sin la menor contemplación. Y hasta pienso que ese trato
hará posible que se le obnubilen las ideas de defensa que
pudiera tener.
También me compadezco de Mariam, si, con la que le está
cayendo encima, aún es capaz de leer lo que dicen de ella
los cobardes que escriben en internet sin identificarse y
con faltas de ortografías cual elefantes. Porque semejante
tratamiento es sólo comparable al que daban al hereje de
turno cuando era transportado en carreta camino de la
hoguera.
Mira, Mariam, tal vez cometiste el error de creer que el
dinero que manejabas era tuyo. Así que me vas a permitir que
te dé un consejo –aunque sepa que los consejos sólo se le
agradecen a médicos y abogados-: debes echarle ovarios al
asunto y contar toda la verdad sobre los hechos de que eres
acusada. Sin titubeos ni contradicciones. Pues ya sabes eso
de que más vale ponerse una vez colorada... Para acabar cuanto antes
con ese ensañamiento que han emprendido contra ti.
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