Sin duda alguna los políticos son
una fuente inagotable de noticias, que nos hacen ganarnos
las habichuelas, cada día, a todos los que nos dedicamos a
esta bendita profesión del periodismo. Pero, a pesar de ser
esa fuente inagotable de noticias, pienso que tiene que ser
un trabajo intenso y agotador el tener que estar pendiente,
a cada momento, de sus ruedas de prensa y de esa frase que
nos dan el titular de la noticia.
En la mayoría de las ocasiones, las ruedas de prensa, no
viene más que a decir lo que mucho de nosotros sabemos con
antelación y sólo nos queda la esperanza, de que en esa
rueda de prensa, suelte alguna frase importante en la que
basarnos para hacer el artículo.
Todos los que nos dedicamos, cada día, a escribir basándonos
en esa fuente inagotable de noticias que son los políticos,
en ocasiones pecamos de estar escribiendo siempre de lo
mismo. Y ya se sabe que siempre lo mismo, llega un momento
que cansa por repetitivo.
Y más cuando se trata de hacerle una campaña a favor de
determinado político, sacándolo todos los días, contando
todas sus grandes virtudes, sin nombrar ninguno de sus
defectos, que como todos los humanos los tiene, le estamos
haciendo un flaco favor, porque llegamos a aburrir al
personal que, después de leernos, siempre dice la frase
“este otra vez con lo mismo. Mira que es pesado el gachó”.
Hacerle una campaña a un determinado político, no consiste
en estar todo los días repitiendo, por activa y por pasiva,
las grandes dotes y virtudes que tiene para ser el que
gobierne una ciudad. Ese es uno de los más grandes errores
que se pueden cometer.
Precisamente, la campaña a favor de algún político, es todo
lo contrario. Consiste en hacerlo aparecer, en nuestro
escrito en momentos determinados y puntuales, donde por su
hacer podamos destacar las virtudes que lo adornan, lo que
ha conseguido y puede conseguir de continuar en el puesto de
gobierno.
Supongamos, por unos momentos, que le quiero hacer una
campaña a Vivas, cosa que no necesita y mucho menos de mi
persona, pueden tener por seguro que jamás cometería el
error de que apareciera en mi columna cada día. A la larga
sería perjudicial para su persona, por el cansancio a que
sometería al personal que, al final, iba a pasar
olímpicamente de él.
En pocas ocasiones por no decir ninguna me verán al lado de
un político departiendo en plan amiguete y hablando de lo
divino y de lo humano. Y eso que, entre los gobernantes,
tengo buenos amigos, a los que les tengo afecto y les saludo
en cuanto los veo, pero sin tocar ni un sólo tema de
política. Lo que me permite, toda la libertad del mundo,
para opinar lo que me parezca cada actuación suya.
Es una máxima que me impuse, desde el primer día que me
senté ante una máquina de escribir, y que sigo manteniendo
con el paso del tiempo.
Y a mi favor con esa máxima ellos, los políticos, lo saben y
respetan mi decisión. Ello me vale para cuando alabo o
critico tal o cual actuación, lo hago desde mi total
independencia,
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