La barriada de Otero cuenta con 204 viviendas pero ninguno
de sus propietarios está por la labor de reactivar una
barriada que antaño sí dispuso de un presidente vecinal y de
un local social. Cuando uno pasa por Otero, avenida con
eminente sabor a traje militar, no percibe el núcleo que se
adentra en el primer tramo de la pendiente. Allí, los
vecinos también se conocen entre sí y se saludan, por allí
también debe pasar el abono del III Plan de Dotaciones,
aunque las semillas no han avanzado más allá de Manzanera
sin llegar a la parte baja de Otero. Algunos de sus vecinos
se quejan de cierta pasividad desde la institución local.
“Como no estamos dentro de la Federación de Vecinos no nos
tienen tan en cuenta como a otros. Mira qué mal queda este
acerado” y señala un suelo en el que se entreveran losas
nuevas con antiguas, a las que le crecen las malas hierbas
como si fueran pelos brotando de un oreja anciana.
“También le pedimos a Gregorio (viceconsejero de
Equipamientos Urbanos) que nos pintaran las líneas del
aparcamiento, y nada”. Una multitud de niños se aglomera
sobre la cubierta de un aljibe que mana agua a destajo, una
hemorragia que nadie sana. Un río de agua potable se derrama
hasta una alcantarilla situada fuera del barrio y que vive
junto a la rotonda del Medinaceli. “Hemos avisado a Acemsa y
nos han dicho que no era competencia suya, el caso es que
nadie viene y lleva así desde el sábado a las 8.00 horas que
es cuando yo lo ví”.
Las farolas se remontan a una etapa anterior, en la que los
coches se diseñaban llenos de aristas y no de líneas
redondeadas. Son farolas de color gris, con un caparazón
tiznado de polvo, algunas de ellas ya no surten de
iluminación. “Por lo menos hay dos (las que están sobre el
aljibe) que no funcionan”, dice el vecino, que prefiere no
dar su nombre para evitar conflictos. “Si al menos vinieran
a limpiar las farolas, algo que tienen que hacer
periódicamente según consta en las ordenanzas municipales,
se darían cuenta de que las bombillas no funcionan”, añade.
El tapiz de las aceras se intercambia entre el blanco
mugriento y rojo amapolado del antiguo con el tono
asalmonado y grisáceo del III Plan. “Queda feísimo mezclar
los dos suelos. Yo espero que vengan a cambiarnos las
aceras, porque siempre dan mucho a las mismas barriadas y
muy poco al resto”, denuncia. “Antes había aquí un
presidente vecinal, pero sin junta directiva”. Luego lo dejó
por falta de motivación y ahora las deficiencias se
denuncian a cuentagotas. “Estos floreros fueron lo único que
nos pusieron, pero hubo que insistir mucho para ello. Por lo
demás, lo único que se puede colocar es un parque infantil
pequeño, porque no hay más sitio”. Los chavales suben hasta
la techumbre del aljibe, apenas un cuadrado de siete metros
por siete, que cuenta con una mesa de ping pong y mucha
imaginación. Después de las lluvias la barriada se ve
saneada de basura, aunque no tanto el lateral, la avenida
España. “Los policías deberían multar a los dueños que no
recogen las eces; la gente tiene que seer responsable de sus
perros y no quejarse de que no hay bolsas en los sanecanes.
Cuando yo tengo un niño, no me quejo de que no hay dodotis”,
protesta.
También en la avenida España, una marquesina desnuda,
desprovista de cristales, enfurece a los vecinos. “Ahora los
críos tendrán que mojarse con las lluvias mientras esperan
al autobús, lo mismo los vecinos”. Otero no tiene voz, pero
sí un sentimiento.
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