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sociedad - LUNES, 20 DE ABRIL DE 2009


barriada de otero. ligüeri.

barriadas
 

Otero, un barrio sin voz
ante los problemas

Nadie asume la responsabilidad de
representar a los vecinos de esta zona de pisos militares; ayer, uno de los vecinos avisaba de que el aljibe común estaba manando agua desde el sábado, pero nadie curó la hemorragia
 

CEUTA
Luis Parodi

ceuta
@elpueblodeceuta.com

La barriada de Otero cuenta con 204 viviendas pero ninguno de sus propietarios está por la labor de reactivar una barriada que antaño sí dispuso de un presidente vecinal y de un local social. Cuando uno pasa por Otero, avenida con eminente sabor a traje militar, no percibe el núcleo que se adentra en el primer tramo de la pendiente. Allí, los vecinos también se conocen entre sí y se saludan, por allí también debe pasar el abono del III Plan de Dotaciones, aunque las semillas no han avanzado más allá de Manzanera sin llegar a la parte baja de Otero. Algunos de sus vecinos se quejan de cierta pasividad desde la institución local. “Como no estamos dentro de la Federación de Vecinos no nos tienen tan en cuenta como a otros. Mira qué mal queda este acerado” y señala un suelo en el que se entreveran losas nuevas con antiguas, a las que le crecen las malas hierbas como si fueran pelos brotando de un oreja anciana.

“También le pedimos a Gregorio (viceconsejero de Equipamientos Urbanos) que nos pintaran las líneas del aparcamiento, y nada”. Una multitud de niños se aglomera sobre la cubierta de un aljibe que mana agua a destajo, una hemorragia que nadie sana. Un río de agua potable se derrama hasta una alcantarilla situada fuera del barrio y que vive junto a la rotonda del Medinaceli. “Hemos avisado a Acemsa y nos han dicho que no era competencia suya, el caso es que nadie viene y lleva así desde el sábado a las 8.00 horas que es cuando yo lo ví”.

Las farolas se remontan a una etapa anterior, en la que los coches se diseñaban llenos de aristas y no de líneas redondeadas. Son farolas de color gris, con un caparazón tiznado de polvo, algunas de ellas ya no surten de iluminación. “Por lo menos hay dos (las que están sobre el aljibe) que no funcionan”, dice el vecino, que prefiere no dar su nombre para evitar conflictos. “Si al menos vinieran a limpiar las farolas, algo que tienen que hacer periódicamente según consta en las ordenanzas municipales, se darían cuenta de que las bombillas no funcionan”, añade.

El tapiz de las aceras se intercambia entre el blanco mugriento y rojo amapolado del antiguo con el tono asalmonado y grisáceo del III Plan. “Queda feísimo mezclar los dos suelos. Yo espero que vengan a cambiarnos las aceras, porque siempre dan mucho a las mismas barriadas y muy poco al resto”, denuncia. “Antes había aquí un presidente vecinal, pero sin junta directiva”. Luego lo dejó por falta de motivación y ahora las deficiencias se denuncian a cuentagotas. “Estos floreros fueron lo único que nos pusieron, pero hubo que insistir mucho para ello. Por lo demás, lo único que se puede colocar es un parque infantil pequeño, porque no hay más sitio”. Los chavales suben hasta la techumbre del aljibe, apenas un cuadrado de siete metros por siete, que cuenta con una mesa de ping pong y mucha imaginación. Después de las lluvias la barriada se ve saneada de basura, aunque no tanto el lateral, la avenida España. “Los policías deberían multar a los dueños que no recogen las eces; la gente tiene que seer responsable de sus perros y no quejarse de que no hay bolsas en los sanecanes. Cuando yo tengo un niño, no me quejo de que no hay dodotis”, protesta.

También en la avenida España, una marquesina desnuda, desprovista de cristales, enfurece a los vecinos. “Ahora los críos tendrán que mojarse con las lluvias mientras esperan al autobús, lo mismo los vecinos”. Otero no tiene voz, pero sí un sentimiento.
 

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