Ha acertado el Ministerio de
Cultura español, creando el Premio Nacional de Periodismo
Cultural. De entrada, el objetivo es bueno. Se trata de
reconocer la labor de profesionales del periodismo y de
instituciones que, bien con sus obras, o bien a través de su
participación activa en diversos ámbitos de la creación
artística o literaria, fomentan las actividades culturales
contribuyendo con ello al enriquecimiento del patrimonio
cultural de España. Dicho así y realizado así, es magnífico.
La cultura es una necesidad vital, urgente y necesaria en
nuestras sociedades actuales, sobre todo para transformarla.
Ahora bien, podemos pasar al otro polo, y lo que en
principio es bueno, puede llegar a ser nefasto, sobre todo
si el galardón sirve para pagar prebendas y servidumbres, o
propagar charlatanería embadurnada de sectarismo y de
pensamientos afines al poder. Aparte de ser injusto, porque
se está utilizando dinero público, es una verdadera mortaja
al significado de la palabra. Cuidado con esta adquirida
cultura putrefacta que tanto prolifera, inmoral cien por
cien, que lo único que cultiva es el maridaje con el sol que
más calienta.
Es cierto, por otra parte, que la cultura hay que
subvencionarla, protegerla, avivarla, máxime cuando el
futuro del ser humano depende de ella. Pero la cultura de la
libertad, la cultura de la humanización en definitiva, la
que nos hace sentirnos reconfortados. Sabemos que existen
muchas formas de cultura, pero algunas que llevan este
ancestral apellido, son más una agresión a los derechos de
la persona, que una liberación. Todas aquellas iniciativas
éticas, gestadas con ánimo abierto y amplitud de miras,
llevadas a cabo en la dirección de una cultura universal y
universalista, son portadoras de un beneficio general. Y,
evidentemente, premiar a estos agentes de cultura sin
etiquetas, a esas fuerzas vivas de ocio cultural, es un
oportuno acto de gratitud.
El agradecimiento –decía Quevedo- es la parte principal de
un hombre de bien. Y una sociedad agradecida es una sociedad
de bien, por la que vale la pena apostar y enaltecer. Quizás
hoy más que nunca se precise una cultura de referentes,
dispuesta a superarse continuamente a sí misma. La sociedad,
sin duda, necesita personas que manifiesten con sus acciones
la existencia de unos valores fundamentales y dignificantes.
Al fin y al cabo, sólo el ser humano cultivado es libre.
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