Es como vemos ahora el año
escolar, dando los últimos coletazos. Las vacaciones de la
Semana Santa terminan y un trimestre corto, comienza el
lunes.
Y he dicho corto, porque aquí entre viaje de estudios
“oficial” para el curso que por sistema se ha fijado y entre
los preparativos para la Selectividad, en el último curso
del Bachillerato, al llegar estos momentos se dan
situaciones totalmente irregulares, en unos casos por la
ilusión de ese viaje al extranjero, el primero en la vida de
muchos y en otros por los agobios de prepararse bien para su
siguiente etapa, con lo que los días más que correr vuelan.
Son dos meses escasos hasta la Selectividad y aquí, en estos
dos meses, hay muchos que se están jugando todo lo que va a
ser su futuro. Eso no se debe olvidar.
La Selectividad, lo he dicho en mil ocasiones, no es nada
difícil si esos chavales han llevado los cursos medianamente
bien y si a la hora de las pruebas no se dejan llevar por la
presión, pero todo eso, creo que fácil y mal planteado desde
el principio, viene haciendo, año tras año, que unos
estudiantes pensando en lo que pueden o quieren hacer tras
estas pruebas, preferirían que este tiempo, estos dos meses,
desaparecieran del calendario y saltara el tiempo desde hoy
hasta el 25 de junio, por ejemplo.
Si las prisas no son buenas para nada, yo digo con
frecuencia que sólo son útiles para los malos toreros y para
los ladrones, para los estudiantes que tienen que hacer la
Selectividad son peores todavía.
Al haber pasado, aunque hace casi medio siglo, por esas
circunstancias, podemos comprender la tensión y la
preocupación, pero eso no es válido. Eso no se logra o no se
pierde en estos dos meses, todo ello se ha ido fraguando
desde septiembre, al menos, de 2007 para los que van a
terminar ahora, y en ese tiempo ya hubo ocasión, mejor dicho
ocasiones, para haber pensado que posiblemente se exija
cierta nota para la carrera que uno va a intentar hacer, y
esa nota no se logra en tres semanas.
Y ya que hablamos de notas, ese número cerrado, que tan poco
me gusta citar, es posiblemente lo menos malo para evitar
avalanchas de entrada en ciertas facultades, que luego en
los cuatro meses siguientes podrían quedar libres muchas de
sus plazas.
No sé si es lo más democrático o lo más progre el que
existan plazas limitadas de entrada, pero no debemos olvidar
que donde existen esas limitaciones es donde luego las
exigencias son más duras y donde lo más normal, con sus
correspondientes excepciones, es que los que llevan una
buena base puedan asentarse mejor que aquellos que podrían
haber entrado por la puerta falsa. En eso de la buena base
está el que en determinadas facultades no haya “barra libre”
para todo aquel que intentara algún tipo de experimento que
a él no le iba a ser útil y a todos los demás nos iba a
costar un riñón.
Volviendo, pues, a lo que es el final de curso, no a todos
los profesores, que impartimos clases a alumnos del último
año de Bachillerato, nos agrada la hora final esta, porque
siempre, en los casos que se queda alguien en tu disciplina
para otro momento, puede surgirte el problema de conciencia
sobre si has cerrado una puerta hacia el futuro a alguien
que, puede no haber rendido más por razones ajenas, incluso,
a la propia clase.
Esto no es fácil, ni agradable para casi nadie.
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