El domingo pasado, viendo el
escenario donde jugaban su partido Granada-74 y Asociación
Deportiva Ceuta, recordé inmediatamente una conversación
mantenida con Pablo Porta, recién elegido éste
presidente de la RFEF, en Alberto Bosch. De la cual hace ya
treinta y cinco años. Una friolera.
Ocurrió que al presidente del Mallorca, Antonio Seguí,
le había concedido una entrevista Porta. Y habían acordado
el que yo, dado que era entrenador del equipo bermellón,
acompañara al dirigente a Madrid. Porque amén de mis
funciones en el banquillo cumplía otras labores
correspondientes a la gerencia. Por mor de una economía que
se desangraba a cada paso.
Debo decir que Porta me causó una impresión inmejorable. Era
corpulento, vital, y llenaba el espacio. Y tenía la buena
costumbre de dar la mano como mandan los cánones. Aunque si
se lo proponía, al igual que hacía Serafín Becerra,
te la podía apretar hasta dejártela hecha una oblea.
Tras los saludos de rigor y, después de escuchar atentamente
los problemas que le había ido enumerando el presidente del
Mallorca, fue dándole las respuestas convenientes a cada
caso con una celeridad y convicción encomiables. Y, en
cuanto pudo, se dirigió a mí para preguntarme sobre
cuestiones relacionadas con el fútbol modesto. Puesto que
Porta sabía quien era quien en casi todas las categorías.
Durante mi parlamento me sentía escudriñado por unos ojos
agotados, detrás de unas gafas con cristales gruesos, pero
que no causaban la menor molestia. Tal vez porque lo que yo
le contaba despertaba en él más que interés. De modo que en
cuanto finalicé mi exposición, se arrancó don Pablo con
prontitud y en corto y por derecho, para opinar acerca de la
Segunda División B; categoría que se había aprobado
recientemente en una Asamblea celebrada, si la memoria no me
falla, en el Hotel Meliá de Madrid.
-Mire usted, De la Torre, la Segunda División B está
pensada para que equipos de Primera División, que en dos o
tres temporadas se ven descendidos a Tercera, tengan la
posibilidad de jugar en una categoría que sirva de colchón
muelle a sus vertiginosos descensos. Y ponía como ejemplos a
clubs como Valladolid, Celta de Vigo, Deportivo de la
Coruña, Rayo Vallecano, Hércules de Alicante, Elche... Y
también para que formen parte de esa división equipos como
el Cádiz, Jerez, Ceuta, Cultural Leonesa, etcétera. Debido a
que cuentan con instalaciones y aficionados que no cuadran
en ese pozo que es la Tercera División. Sin embargo, ya verá
usted cómo ahora se quieren apuntar al invento hasta las
pedanías. Así que la Segunda División B nacerá muerta.
Y la verdad es que si no nació muerta sí lo hizo con el
pulso muy débil. Y así ha venido tirando durante treinta y
tantos años. Aunque en sus comienzos despertara ciertas
ilusiones, pronto comenzó a dar barquinazos. A naufragar. A
convertirse en un fracaso rotundo.
Deplorable fue cuanto vimos el domingo pasado en Pinos
Puente (Granada). El escenario. La asistencia de
espectadores. El problema arbitral que se produjo. Todo ello
mientras el balón parecía una liebre y los jugadores la
perseguían sin ton ni son. Decadencia en estado puro.
Espectáculo lamentable en todos los sentidos. Hay que salir
de ese pozo cuanto antes. ¿Cómo?: no creo que haya que
calentarse mucho el coco...
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