Analizar y afinar criterios de
actuación siempre viene bien. En consecuencia, que bajo el
auspicio de las Naciones Unidas, del 20 al 22 de abril, se
celebre en Beijing, China, una conferencia sobre temas de
género y la reducción de desastres, me parece una buena
noticia y un bien saludable para todo el mundo. En un
comunicado, el Instituto de la ONU de Investigación y
Capacitación para el Desarrollo de la Mujer (INSTRAW),
informa que el evento tiene como objetivo revisar el
progreso y los retos a la integración del enfoque de género
en las estrategias de reducción de riesgo ante los
desastres. Si como dijo Gandhi, el verdadero progreso social
no consiste en aumentar las necesidades, sino en reducirlas
voluntariamente; pero para eso hace falta ser humildes;
también para reducir inseguridades y peligros es preciso
concentrar ideas en una misma dirección y para eso,
asimismo, hace falta ser tolerantes. Lo que importa no es la
religión o credo, si es blanca o negra la persona, lo
verdaderamente fundamental es que a un ser humano sólo le
puede ayudar otro ser humano.
Ahora que, al fin, tanto se nos llena la boca de igualdad de
género, al menos sobre el papel, convendría que también se
reconsiderase su voz, y la mujer pudiese participar, no
desde la barrera, sino con la participación plena e
igualitaria del hombre tanto en asuntos de reconstrucción
posconflicto como en procesos de prevención y mantenimiento
de paz. La misma historia narra muchas más historias de las
conquistas de los hombres. Olvida que también una parte
importante se debe a la acción generosa, callada pero
determinante, perseverante y eficaz, de mujeres llenas de
sabiduría. Sería saludable reescribir estas hazañas. Mujeres
y hombres, iguales en dignidad y diferentes no para
pelearse, sino para complementarse, han de participar de
manera activa en todas las culturas. Es notorio que la
verdadera liberación de género, mujer-hombre/hombre-mujer,
pasa por respetar que cada uno pueda ser el mismo. Un primer
paso será que el papel desempeñado por las mujeres sea más
apreciado y valorado en todas las naciones del mundo. Un
segundo paso, que el derecho respete esa natural
complementariedad entre hombres y mujeres. Y por último, un
tercer paso, nos llevaría a que cualquier ser humano, sea
varón o mujer, pueda encontrar el espacio para dar lo mejor
de sí y se le considere, no por el género, sino por los
ingredientes de gnosis que transmite.
Vivimos en una sociedad profundamente dependiente de la
ciencia, de la lucha de géneros e intereses como en el
estado salvaje, lo que abona un terreno fértil para los
desastres. A mi juicio, corre especial urgencia promover una
seguridad humana más inclusiva y sostenible para la mujer,
para las niñas y niños. Por otra parte, el invalorable
aporte de las mujeres a las fuerzas de paz, suele ser
continuamente subrayado por Naciones Unidas. La cultura de
la paz necesita de los géneros, y de un solo género, el
humano para poner orden en el mundo. Es más, algunos
analistas internacionales, aseguran que las mujeres, que
conocen bien el precio que se paga por los conflictos
armados, están a veces mejor preparadas que los hombres para
prevenir o resolver los desastres. Sin embargo, todavía por
desgracia sigue viva aquella cita célebre de la escritora
chilena, Isabel Allende, sin perder actualidad: “es mejor
ser hombre que mujer, porque hasta el hombre más miserable
tiene una mujer a la cual mandar”. Algunos maltratadores la
han acrecentado aún más, cuando espetan orgullosos, delante
de tribunales o colegas: “la maté porque era mía”. Sin duda,
la violencia de género es un problema social de gran
magnitud, un desastre total, una seria violación de los
derechos humanos que exige actuaciones contundentes.
Actuar es fácil, pensar es difícil; actuar según se piensa
es aún más complicado. Algo de esto sucede con la palabra
progreso. Pierde conciencia y sentido, hasta su factor moral
queda en entredicho, mientras haya mujeres y niños cargados
de dolor. Migración, trabajo sexual y tráfico de mujeres
forman parte de ese inhumano avance, que genera sufrimiento
a raudales. Para reducir esta tremenda guerra comercial de
vidas humanas, donde el tráfico y la explotación sexual se
sirven en bandeja por todos los países, quizás sea más
necesario que nunca un abordaje integral de la problemática
migratoria desde las Naciones Unidas. Tampoco existe un país
en el mundo que se encuentre libre de la violencia contra
las mujeres. También Naciones Unidas debería abordar esta
situación con propuestas irrebatibles. Creo, asimismo, que
debemos ir más allá de la mera perspectiva de género, de las
cuotas de gobernabilidad, o del simple acceso de las mujeres
a los puestos de poder y toma de decisiones, junto a eso,
hay que buscar la complementariedad de género y dialogar
para tomar acuerdos concurrentes, que favorezcan al ser
humano como tal, no como mujer o como hombre.
En suma, que bien, muy bien, por esa conferencia sobre temas
de género y la reducción de desastres. Cualquier guerra, y
máxime la de género, desdice al género humano. No sin antes
apuntar en la agenda, algo que deberíamos tener muy a mano
para examinar el progreso y examinarnos en el progreso, si
es que nos vemos en él. El amor como principio, la cultura
del orden como norma, la renovación de géneros como medida,
la moral como conjugación de verbo para todos los nombres,
tiempos y edades. Todo esto seguro que nos da la llave para
tomar el verdadero sentido de actuación. Cierto. Sólo se
progresa cuando se piensa en clave de bien común, al igual
que sólo es posible avanzar cuando se mira con justicia y se
observa con libertad.
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