Javier Arenas ha pedido,
días atrás, la celebración de elecciones “anticipadas” y
“separadas” de otros comicios en Andalucía. Pues considera
que José Antonio Griñán será designado presidente
legal pero no legítimo. Y es que ante la marcha de Manolo
Chaves a Madrid, Arenas no para de decir que Andalucía
no se puede permitir que la gobierne un presidente interino,
durante tres años, sin haber pasado éste por las urnas.
Y hace bien el galán nacido en Olvera, y residente en
Sevilla, en reclamar esas elecciones anticipadas; porque es
la mejor oportunidad que se le ha presentado en muchos años
para tratar de quitarse de encima esa etiqueta de perdedor
que lleva adherida al forro de sus apreciadas cazadoras.
Ya que Arenas sabe que si Griñán, político destacado y
brillante, permanece tres años en el cargo, será mucho más
difícil, por no catalogarlo de imposible, que el sustituto
de Chaves no consiga mantener la presidencia.
El presidente del PP andaluz puede que se haya acordado, en
estos días, de cómo accedió Juan Vivas a la
presidencia en Ceuta, y de qué manera aprovechó la
oportunidad para arrollar en las dos siguientes elecciones.
Haciéndose con un cartel que a buen seguro le permitirá
seguir obteniendo mayorías absolutas hasta que llegue un día
en el cual se aburra.
Más o menos que Vivas se vea asediado por ese hastío de
ganador de lo mismo que sufría otro ceutí: Chaves. Y Arenas
debe de haberse echado a temblar. Porque si Griñán le
derrota, llegado su momento, a él no le quedaría otra salida
que agachar su cabecita y decir que lo blanco es negro.
Pero dejo a Arenas con sus tribulaciones y sus deseos de
acabar de una vez por todas con su fama de impenitente
perdedor, y pienso en que esa situación que se ha dado en
Andalucía puede darse aquí si Mariano Rajoy gana las
próximas elecciones generales. Situación de la que he
hablado en no pocas ocasiones. Que no es otra que Vivas sea
designado para ocupar un cargo en el Gobierno de España,
después de haber obtenido otro triunfo rotundo en casa.
Y, claro, de producirse ese hecho, más que posible, habría
que sustituir a Vivas y para qué contarles la que armarían
los de siempre en relación con la falta de legitimidad del
sustituto del presidente. Y qué decirles si éste fuera
Pedro Gordillo. Una elección nada descabellada, por
supuesto que sí.
Por lo tanto, las palabras de Arenas, no tengo más remedio
que nominarlo nuevamente, acusando a Griñán de que será un
presidente ilegítimo, son tan egoístas como improcedentes.
Lo cual es costumbre en quienes viven la política del
momento rabioso y ni siquiera son capaces de avizorar en el
horizonte de unos meses algo que tiene viso de poder
convertirse en realidad.
La realidad de tener que viajar a Ceuta, verbigracia, por la
que Arenas ha dado siempre muestras permanentes de mucha
atención, para apadrinar al sustituto de Vivas. Y además de
los ditirambos de rigor, que habría de repartir entre el
presidente saliente y el que llega, se vería obligado a
defender la legitimidad que los miembros de la oposición le
negarían al presidente interino. Y si alguien le recordara
lo que pensaba de Griñán, en su día, le respondería, casi
seguro, eso tan manido de con usted no hablo...
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