Con la composición del nuevo
gobierno me he llevado una enorme decepción, pues tenía el
pleno convencimiento de que sería el sustituto de Solbes en
el asunto ese de llevar la Economía del país, después de
haber aportado mis grandes conocimientos en materia de
economía, donde por cuarenta y cinco millones de euro,
solucionaba la crisis que tenemos. Pues nada, está visto y
comprobado que este no es mi año de suerte. Ellos se lo
pierden.
Me queda la satisfacción de que mi propuesta, para
solucionar la crisis, con cuarenta y cinco millones de
euros, se está enviando por e – mail a muchas personas que
están, totalmente, de acuerdo con mi propuesta, que quizás
habría que pulir un poco pero que, en definitiva, era la
mejor de las soluciones.
En ella no se le daba un euro a los bancos, se les ayudaba a
los que tenían hipotecas y a los que no tienen un euro para
pode salir adelante, entre ellos pequeñas y mediana empresas
que han tenido que echar el cierre. En fin, para que seguir,
no han querido tener en cuenta mi propuesta y tardaremos en
salir de esta maldita crisis.
Dije y sigo manteniendo mi admiración por Solbes, al que
considero un gran economista. Y en estos momentos, mi
admiración por el ex ministro ha aumentado porque se ha
jugado incluso su prestigio a nivel internacional, por ser
fiel a unas ideas y a su presidente. Algo digno de
admiración tal y como está el patio hoy día, donde la
defensa de unas ideas y la fidelidad hacia el personal esta
más deteriorada que la cama de un loco.
La cosa se ha complicado con la marcha de Solbes, pues en
menos que canta un gallo, su mano derecha, David Vegara,
secretario de Estado de Economía, que era el “cerebro” del
equipo ha dimitido. Alega sus razones al tomar esa decisión
por ser un hombre de Solbes con el que lleva trabajando
cinco años.
Oigas, no es por nada, pero el gesto del segundo de abordo
en el asunto de la economía, es digno de mención e incluso
de admiración, dimitir en este país donde no dimite nadie,
ni hay un dios que sea capaz de levantar de su silloncito de
poder a quienes los ocupan, aunque se esté equivocando más
que una tonta haciendo punto de cruz, no sólo es digno de
admiración, sino que el mundo mundial debería hacerle un
homenaje en el que participasen todas las fuerzas vivas de
este país.
Oiga, señor Vegara, desde aquí y desde ya mi más grande
admiración por usted. Es usted un caso único, al presentar
su dimisión por solidaridad con quien ha sido su jefe
durante cinco años.
Encontrar, en este hermoso país, alguien que sea capaz de
dimitir de un cargo, es tanto como tratar de encontrar una
aguja en un pajar.
Si usted supiese, creo que lo sabe, la cantidad de
politiquillos del tres la cuarto, más inútiles que el de una
muñeca hinchables, que deberían irse a casa y se aferran al
sillón del poder, sin poder echarlos ni con agua caliente,
se iba a llevar las manos a la cabeza.
De verdad, con toda la sinceridad del mundo, señor Vegara,
no me canso de felicitarle y sobre todo de mostrarle mi
máxima admiración. Usted es un ejemplo a seguir.
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