Total que me prometo escribir
sobre la Semana Santa y, de momento poco he escrito sobre
ella. Vamos he escrito menos sobre ella que sobre la crisis
de Gobierno, que hay para contar lo suyo. Pues, sigo en mis
trece, me voy a contar cosas de la Semana Santa y del
recogimiento que se debe llevar en estas fechas.
Todas las Semanas Santas lo primero que hago, nada más
levantarme, es mirar al cielo, pidiéndole que no vaya a
llover, para no deslucir los desfiles procesionales, con el
trabajo que encierra, durante todo un años, la preparación
de los pasos para sus desfiles procesionales. De momento la
cosa esa de la lluvia parece que se está portando bien, sin
derramar una gota sobre nuestra tierra.
La Semana Santa, desde mí época de juventud hasta ahora, ha
ido cambiando tanto que, en ocasiones, no acierto a
comprender mucho de esos cambios efectuados, sobre todo en
el recorrido de algunas cofradías.
Que conste, en acta, que no es ninguna critica a nada ni a
nadie, ya que el que la lleva la entiende es, simple y
llanamente, el choque que me produce, estos tiempos con
aquellos otros en que uno era joven y el centro neurálgico
de todas las procesiones era la calle Real donde, por
cierto, desde la Tertulia Flamenca de Ceuta, donde se daban
cita los mejores cantaores de saetas, se les cantaba a todos
y cada uno de los pasos, y un poco más abajo, a la altura de
la desaparecida tienda de Tele frente a la también
desaparecida “La Campana”, mi amigo Manolo,”El Niño del
Sarchal”, con su voz única elevaba al cielo su saeta,
convirtiéndola en una de las mejores oraciones cantadas, que
se podían escuchar.
Hoy día, en la Tertulia Flamenca, ya no se dan cita los
mejores cantaores de saetas, porque el recorrido actual, la
llamada carrera oficial, se celebra en la Gran Vía y, por
tanto, no tiene razón de ser, esa reunión de saeteros en la
calle Real.
Y no quiero volverme tiempo mas atrás, porque me tendría que
trasladar al bar que estaba situado, donde después se puso
la tienda de Blasco, cuya esquina era parada obligatoria de
todos los pasos, para escuchar a todos los saeteros, desde
“El Niño del cante Escuchao”, pasando por los hermanos
“Bomba”, “EL Billardero”, hasta llegar al maestro Rafael
Borrego.
En aquella esquina de parada obligatoria, nos dábamos cita
el todo Ceuta, para ver los desfiles procesionales y
escuchar aquellas oraciones elevadas la cielo, en las
mejores gargantas de aquellos grandes saeteros de nuestra
tierra.
Para todos aquellos que tuvimos la suerte de poder estar
presentes en aquellas inigualables Semanas Santas ceutí, no
es de dudar que la echemos de menos. Se tiene que
comprender, que eran otros tiempos, donde la Semana Santa se
vivía de otra forma muy diferente a la actualidad. Era, sin
lugar a dudas, más Semana Santa y muchas menos vacaciones.
Porque, hoy día, nadie se llame a engaños, la época en la
que vivimos, la Semana Santa se ha convertido, no en un acto
religioso, sino en unas minis vacaciones, donde nuestra
tierra, a igual que otras muchas ciudades españolas, se
queda vacía. Con lo bien que está uno en su casa, que es
donde mejor se está, disfrutando la Semana Santa. ¿O no?
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