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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 8 DE ABRIL DE 2009

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

Con la saeta el cantar / Quiero cantar y puedo / a ese Señor del madero / que está calvado en la cruz…”. Así se inicia el cante de una de las saetas más populares, dedicada al Cristo del madero. A ese Cristo al que a veces me da por cantarle esta saeta pero para mi desgracia, por nos saber cantar, me es imposible. Ahora, eso sí, ante la imposibilidad de cantársela, en más de una ocasión se la he recitado poniendo el alma en ello.

La saeta no es más que una oración elevada al cielo, en forma de cante por esas gargantas privilegiadas, capaces de poner en este cantar todo el sentimiento que le mueve su alma.

Creyentes o no creyentes, en esos momentos da lo mismo, han elevado al cielo sus oraciones convertidas en cante, al compás del sonido de los tambores y el trinar de las trompetas, que de forma silenciosa han acompañado al cantaor o cantaora, poniendo en esa oración la nota musical.

Es curioso ver, como en esta España laica, los mismos que van contra todo estos actos religiosos van debajo de los pasos haciendo de costaleros o en cabeza de las procesiones portando la vara de mando que por su categoría política le corresponde. Lo que no deja de ser un acto de hipocresía por parte de todos ellos.

Uno piensa, es lo malo que tengo cuando me da por pensar, que si no creo en eso, aunque cuando me pueda restar votos en las elecciones, pueden tener la seguridad que jamás iría debajo de un paso haciendo de costalero, y mucho menos, encabezando la procesión portando esa vara que indica tener cierto mando o categoría por cargo político que rehace llevarla. La hipocresía y la falsedad son dos cosas que tengo borradas, desde que nací, de mí particular y personal diccionario. O se cree o no se cree, esa es la única verdad.

Quizás, esa forma de ser mía, me haya aportado más perjuicios que beneficios, venidos de todos esos hipócritas que se la cogen con un papel de fumar, sin admitir las críticas que sus hipócritas comportamientos merecen.

No se, por supuesto, ni reírles las gracias de los chistes malos que cuentan, ni bailarle el agua a todos eso politiquillos de medio pelo que tanto abundan en cada uno de los pueblos de España, aunque estos con su poder me tengan señalado en sus listas negras. Tanto todos ellos como sus listas negras me la traen al fresco del poniente sin importarme ni poco ni mucho, lo que puedan pensar o decir en pequeños comités, reunidos con aquellos que les ríen las gracias a la cantidad de tonterías que dicen.

Es más asiento un orgullo enorme que, todos estos inútiles, me tengan siempre en sus pensamientos y en sus conversaciones, en las reuniones mantenidas, con los que les aplauden sus gracias. ¿Què seria de todos estos inútiles y politiquillos de medio pelo si uno no fuese tema de conversación en ciertas sobremesas?.

En ocasiones hasta los manteles hablan, pero estos no se enteran y siguen cometiendo la estupidez, porque no es más que una estupidez, cometidas por estúpidos, el tenerme de tema de conversación. Sin quererlo me están haciendo un personaje importante. Gracias, inútiles.
 

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