Con la saeta el cantar / Quiero
cantar y puedo / a ese Señor del madero / que está calvado
en la cruz…”. Así se inicia el cante de una de las saetas
más populares, dedicada al Cristo del madero. A ese Cristo
al que a veces me da por cantarle esta saeta pero para mi
desgracia, por nos saber cantar, me es imposible. Ahora, eso
sí, ante la imposibilidad de cantársela, en más de una
ocasión se la he recitado poniendo el alma en ello.
La saeta no es más que una oración elevada al cielo, en
forma de cante por esas gargantas privilegiadas, capaces de
poner en este cantar todo el sentimiento que le mueve su
alma.
Creyentes o no creyentes, en esos momentos da lo mismo, han
elevado al cielo sus oraciones convertidas en cante, al
compás del sonido de los tambores y el trinar de las
trompetas, que de forma silenciosa han acompañado al cantaor
o cantaora, poniendo en esa oración la nota musical.
Es curioso ver, como en esta España laica, los mismos que
van contra todo estos actos religiosos van debajo de los
pasos haciendo de costaleros o en cabeza de las procesiones
portando la vara de mando que por su categoría política le
corresponde. Lo que no deja de ser un acto de hipocresía por
parte de todos ellos.
Uno piensa, es lo malo que tengo cuando me da por pensar,
que si no creo en eso, aunque cuando me pueda restar votos
en las elecciones, pueden tener la seguridad que jamás iría
debajo de un paso haciendo de costalero, y mucho menos,
encabezando la procesión portando esa vara que indica tener
cierto mando o categoría por cargo político que rehace
llevarla. La hipocresía y la falsedad son dos cosas que
tengo borradas, desde que nací, de mí particular y personal
diccionario. O se cree o no se cree, esa es la única verdad.
Quizás, esa forma de ser mía, me haya aportado más
perjuicios que beneficios, venidos de todos esos hipócritas
que se la cogen con un papel de fumar, sin admitir las
críticas que sus hipócritas comportamientos merecen.
No se, por supuesto, ni reírles las gracias de los chistes
malos que cuentan, ni bailarle el agua a todos eso
politiquillos de medio pelo que tanto abundan en cada uno de
los pueblos de España, aunque estos con su poder me tengan
señalado en sus listas negras. Tanto todos ellos como sus
listas negras me la traen al fresco del poniente sin
importarme ni poco ni mucho, lo que puedan pensar o decir en
pequeños comités, reunidos con aquellos que les ríen las
gracias a la cantidad de tonterías que dicen.
Es más asiento un orgullo enorme que, todos estos inútiles,
me tengan siempre en sus pensamientos y en sus
conversaciones, en las reuniones mantenidas, con los que les
aplauden sus gracias. ¿Què seria de todos estos inútiles y
politiquillos de medio pelo si uno no fuese tema de
conversación en ciertas sobremesas?.
En ocasiones hasta los manteles hablan, pero estos no se
enteran y siguen cometiendo la estupidez, porque no es más
que una estupidez, cometidas por estúpidos, el tenerme de
tema de conversación. Sin quererlo me están haciendo un
personaje importante. Gracias, inútiles.
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