Si nadie puede hacer nada por si
mismo, porque los proyectos de vida se hacen en comunidad,
tiene bien poco sentido avivar una cultura individualista.
Lo que hace falta es globalizar la cultura en todas las
culturas, máxime cuando estamos amenazados por una
anticultura violenta a más no poder, que enfrenta en vez de
apaciguar. Si en verdad se trabajase por el progreso de la
cultura, que no es otro que la promoción del ser humano,
tendríamos otros ambientes más humanos. Hacer que la
sabiduría colectiva gobierne sobre los intereses que nos
dividen, todavía es una asignatura pendiente. ¡Ojalá
pudiésemos llegar a esta conquista, a reencontrarnos con la
verdadera cultura, auténtica victoria de la razón, de la
comprensión, del respeto moral por la vida!
El hambre de cultura humanizadora es otro de los males
actuales. Nos alegra, pues, que en un proyecto conjunto del
Ministerio de Cultura y de la Federación Española de
Municipios y Provincias, se presente una guía innovadora y
evaluadora de las políticas culturales locales. Hay que
encontrar ese lenguaje común que nos proyecte entendimiento
y nos haga valorar la vida humana. Es fundamental hacerlo
desde los pueblos y que participen todos, fomentando la
transversalidad de las políticas culturales, robusteciendo
los sistemas de información cultural local, mejorando y
propiciando la accesibilidad de la oferta. No todo lo que se
ofrece, por desgracia, es cultura, aunque se vista como tal
para llegar a las gentes. Debiera serlo. En su mayoría los
eventos culturales se sufragan con el erario público. De ahí
la importancia de guías culturalmente consensuadas para no
caer en despilfarros innecesarios. En todo caso, injertar
efectiva cultura humana en todas las culturas es tan preciso
como necesario.
Se han derrumbado muros. Se han abierto fronteras. El mundo
se ha globalizado. Pero los pueblos aún levantan barreras
enormes. Algo falla. Es el fruto de una cultura dominada por
el poder, sectaria, que no admite el discernimiento. Cuando
la cultura es todo lo contrario: búsqueda, creatividad,
pensamiento. En variadas ocasiones, tácita o explícitamente,
esta mutilación y violación a la auténtica sapiencia es una
genuina mordaza a la conciencia y al sentido común de las
personas. Urge, pues, a mi manera de ver, un
regeneracionismo cultural, capaz de poner orden y dar voz a
la diversidad cultural. Hoy, más que nunca, la apertura
recíproca entre las culturas es un terreno privilegiado para
el diálogo entre personas comprometidas en la exploración de
un humanismo positivo, por encima de las divergencias que
pueden separarnos.
Los pueblos son, en definitiva, lugares benignos para
comenzar esta andadura de libertades y este cultivo de
cultura comunitaria. Y tener una guía, efectivamente, puede
ser algo muy útil o no. Lo será en la medida que aglutine
sin excluir ideas o pensamientos, cultive y cautive
liberaciones e inste a la reflexión y a la revolución
crítica, con la ética responsable como identidad. Pero
también puede ser algo totalmente nulo, adoctrinador, que
únicamente sirva de mero guión tapadera a los que viven de
la cultura para sí. Difícil socializar y universalizar esta
cultura del ombligo.
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