A Felipe Escane lo he
tratado yo muy poco. Tan poco que habré hablado con él tres
veces a lo sumo. Dos por encuentros casuales en la calle y
que nos sirvieron para intercambiar impresiones relacionadas
con el fútbol. Y una tercera, fortuita también, pero que nos
permitió charlar en su despacho cuando José Enrique Díaz
renunció a seguir entrenando a la Asociación Deportiva
Ceuta, tras la destitución de Diego Quintero.
De lo poco que yo he hablado con Escane, he sacado la
conclusión de que es persona poco expresiva. Más bien
reservada. Y hasta me produjo la impresión de que gusta de
cubrirse con una pátina de timidez para procurar por todos
los medios no destacar mucho en sus funciones. Es decir, que
el presidente del primer equipo local intenta a toda costa
pasar lo más inadvertido posible, tanto en los momentos
malos como en los buenos. En los malos para que no se
ensañen con él; y en los buenos, para no quitarle
protagonismo a quien no debe quitárselo. Y al buen
entendedor...
A pesar de ello, o sea, por más que Escane intente pasar de
refilón como presidente, dejándose ver lo mínimo y hablando
siempre como si estuviera siendo víctima de la astenia
primaveral, sus declaraciones últimas le han servido para
hacer un pan como unas hostias.
La primera fue cuando, a los pocos días de contratar los
servicios de Carlos Orúe, largó en la prensa de
manera que puso al entrenador entre la espada y la pared. De
modo que éste tenía dos opciones igual de malas: la primera
era darse el bote; la segunda, hacerse el lipendi. Y, claro,
el jerezano optó por hacerse el tonto. Pues llegó a decir
que no quería oír lo que había dicho Escane.
Escane se había acostumbrado a los halagos. Algo que gusta
incluso a quienes van por la vida enarbolando la bandera de
la humildad. Pero de pronto se ha visto asediado en el palco
por los aficionados descontentos con las malas actuaciones
del equipo. Y se nos ha encogido lo suficiente como para
decir que no sabe si continuará en el cargo. Que eso depende
del presidente de la Ciudad. Y ha cometido un error grave.
Porque ha puesto en un brete a Juan Vivas.
Lo que no puedo precisar es si colocar al presidente de la
Ciudad en semejante apuro ha sido por ignorancia o porque a
lo mejor nuestro Felipe sabe más que Lepe. Me explico:
aireando lo que ha aireado todo hemos entendido que quien
hace y deshace en el club es Vivas. Y, por tanto, Escane
comienza a soltar lastre por lo que pueda pasar.
Lo cierto es que el presidente de la Asociación Deportiva
Ceuta conoce muy poco a Vivas. Y mira que ha tenido tiempo
para afinar en ese aspecto. Pues de lo contrario, jamás se
le habría ocurrido anunciar que su continuidad depende de
éste. Y a Vivas, que las coge todas al vuelo, le ha faltado
tiempo para devolverle el regalo envenenado con unas
declaraciones florentinas, que hubiesen alegrado la vida del
mismísimo Maquiavelo.
Vivas: “Quiero que Felipe Escane continúe como presidente”.
Y a partir de ahí se ha deshecho en elogios hacia los
directivos. Los ha colmado de ditirambos. Y ha rematado la
faena a lo grande: “Aunque la continuidad de Escane
dependerá de él y no de mí”. Conociendo a Vivas, el
presidente de la Asociación Deportiva Ceuta debería
pirárselas en cuanto termine la competición.
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