El fenómeno Obama se europeíza. Lo
observa todo el mundo. Deja un aluvión de ideas a su paso.
Nadie queda indiferente. Es un fenómeno vivo en el caos de
un mundo en el que proliferan los cadáveres andantes. Esto
es un mérito. Como lo es también saber escuchar e inyectar
entusiasmo. Él insiste y persiste en el paradigma de que
“sólo podremos resolver esta crisis juntos”. Antes ya lo
dijo el ensayista español, Donoso Cortés, “hay que unirse,
no para estar juntos, sino para hacer algo juntos”. Le faltó
el calado de Obama. Cercanos se pueden acometer aventuras y
venturas poéticas y llevar a la realidad los sueños. Por
cierto, dicen que riendo juntos también se enciende el amor.
Tampoco está nada mal. El mundo es una bomba de odios.
Lindantes y ligados, despojados de soledad y restituidos de
compañía, caminando en la misma dirección, haciendo mundo,
donando vida, redimiendo a los presos de la exclusión y
remediando pobrezas por la avaricia de los ricos. Todo esto
es un buen propósito para la prevención de los nefastos
dominadores. Con sentido de urgencia, que dice Obama. Además
debemos inhabilitar a los avaros que sólo piensan poseer
más. En un espíritu corrompido no cabe el honor de unirse y
reunirse para salir de la podredumbre y orearla. Por ello, a
los corruptos debemos quitarles el bastón de mando. Mejor
hoy que mañana. Si queremos promover planes de estímulo para
las economías, reformas del sistema regulador financiero, y
luchar contra el despilfarro al unísono, para empezar
debemos premiar los comportamientos ejemplares de buen
gobierno y poner en valor la ética como regla de
convivencia. En este sentido, Sarkozy y Merkel, apuestan
también fuerte. Exigen la abolición de los paraísos
fiscales. Es tiempo de concretar posiciones. Y para el
presidente francés, asimismo, una oportunidad histórica para
moralizar un sistema que se ha vuelto inmoral. Totalmente de
acuerdo. Refrendo del ciudadano de a pie.
El mundo le sonríe a un Obama mediático. Es verdad que
Estados Unidos no puede ser el único motor para la crisis.
Pero él, hasta ahora, ha ganado ciudadanías y el ciudadano,
no importa país, espera mucho de sus acciones y opciones.
Tal vez para olvidar las turbulencias que estamos viviendo
en el globalizado planeta, consecuencia de la falta de
responsabilidades y de honestidad en los gobiernos, y poder
aferrarse a una esperanza. En cualquier caso, todos en la
cumbre del G-20 deben hablar claro y hondo, propiciar la
unidad, rebajar tensiones, alzar y ensalzar el respeto de
unos para con otros. Deben más que citar, encintar la
solidaridad como abecedario universal. Al tiempo que una
parte del pueblo hierve de entusiasmo, otra protesta por los
excesos del sistema capitalista. Es el efecto del desorden y
de las injusticias. Mientras muchos pueblos sufren en sus
propias carnes los efectos de la galopante crisis, viendo
recortados sus derechos y prestaciones sociales, también los
hay que nunca han salido de la crisis. La han heredado de
por vida.
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