Sudán, 2003. Guerras civiles intermitentes asolan a la
población desde el momento en que el país, el mayor de
África, se independiza de Gran Bretaña en 1956. Los
enfrentamientos tienen su origen en una enorme desproporción
entre el desarrollo del norte, árabe e islamista, y las
comunidades negras del sur, cristianas y animistas. Una
desigualdad alimentada, primero, por las fuerzas coloniales
británicas; y después por los gobiernos de Jartum, que han
tratado de imponer el modelo de Estado islámico y
centralizado en todo el país.
En este contexto social, político e ideológico, Ratty
Osemwengie decidió emigrar hacia Marruecos, donde permaneció
hasta mediados del año 2007 y conoció a una chica a la que,
por caprichos del destino, luego volvió a encontrar. Por
esta fecha, accedió a Ceuta a través del arroyo fronterizo
del Tarajal y, de forma voluntaria, solicitó ayuda a los
cuerpos de seguridad de la ciudad. Durante unos meses, los
policías dudaron que Ratty procediese de Sudán pero,
finalmente, los agentes lo trasladaron al Centro de Estancia
Temporal para Inmigrantes (CETI). En dicha sede volvió a
reencontrarse con la chica a la que conoció en Marruecos y
con ella, se agudizó su problemática vital. Ratty se vio
inmerso en un procedimiento judicial de malos tratos, por el
que lo condenaron a dos años de alejamiento con respecto a
la chica. “Nos conocimos en Marruecos y estuvimos como
pareja un tiempo. Cuando llegué al CETI y la ví, buscó la
reconciliación conmigo y, como no quise, me amenazó
diciéndome que me crearía problemas”. Y eso fue lo que
ocurrió.
Días después de su ingreso en el centro, y en los aledaños
del mismo, Ratty fue detenido por la policía a raíz de la
denuncia. “Estábamos en plena calle; ella me agarró de la
camisa, jalándome, y comenzó a desnudarse. En ese momento
llegó la policía, no me dejaron explicarme y a ella la
creyeron, diciendo que iba a matarla. La abogada que me
asistió no entendía inglés, por lo tanto, apenas hubo
comunicación, no tuve prácticamente defensa”, argumentaba.
El juicio se saldó con una sentencia condenatoria para Ratty,
con la prohibición de aproximarse a menos de 200 metros a la
chica y no mantener contacto con ella durante un año y
medio. Por ello tuvo que abandonar el CETI.
Ante esta situación, los Hermanos Franciscanos de Cruz
Blanca, con los que ha estado hasta ahora, ofrecieron asilo
al sudanés. Aunque la historia lleva aparejada la segunda
cara de una misma moneda. Durante su estancia en el CETI,
Ratty Osemwengie conoció y se enamoró de la que actualmente
es su esposa. Al poco tiempo se residir los dos en el
centro, se casaron y un mes después, su esposa se quedó
embarazada. En ese justo momento, Ratty fue desplazado a
Cruz Blanca.
Durante dos años, el sudanés, su esposa e hija han vivido
separados por la condena, sufriendo en la incertidumbre de
una situación que no avanza ni retrocede. Justamente en
enero del presente año, el Juzgado de Instrucción número 3
liquidó la sentencia que mantenía a Ratty a las afueras del
CETI, donde viven su esposa y su bebé de 10 meses. Y como
consecuencia, el sudanés solicitó de nuevo su ingreso pero
el destino le ha jugado una mala pasada. “En el CETI me han
dicho que no puedo estar porque consideran que mi presencia
puede alterar el orden público y supone un riesgo. Yo me he
comprometido a respetar todas las normas y a posibilitar una
buena convivencia tanto con los trabajadores como con los
residentes. Aun así, me niegan el acceso y desde Cruz Blanca
han dado excelentes referencias sobre mi, advirtiendo que en
dos años no he dado ningún problema, que soy trabajador y me
llevo bien con todo el mundo”, lamentaba. En menos de una
semana, Ratty tendrá que abandonar Cruz Blanca y se
encuentra a expensas de que alguien les dé cobijo a él, a su
esposa y a su bebé ya que “si no me dejan entrar en el CETI,
los tres habitaremos en la calle porque son sangre de mi
sangre”. Ratty sólo quiere vivir con su esposa y su bebé;
sin saber qué hacer, solicita ayuda de todo el que se la
ofrezca en el 620804187.
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